LA TETA DE MAS

No pensaba publicar hoy ninguna cabra. Es más; mis amigos se reparten entre los que consideran que debería publicar algo a diario y los que me aseguran que, la clave del éxito para un bloguero, es tener un día fijo a la semana para que las masas esperen ansiosas tu artículo.
No sé. Igual me equivoco, pero después de haberle dedicado una cabra enterita a Artur Mas (aquella de “Mas madera”) hoy tengo que decir algo. Aunque sea brevemente.
Es que vaya leche se ha pegado. Esto se puede endulzar, valorar de diferentes maneras, buscar los más sesudos análisis. Pero es que Mas se ha dado una nata que, si hubiera sido en mi colegio cuando yo tenía 11 años, estarían todavía a estas horas dándole collejas entre carcajadas de la concurrencia. El problema es que la cosa tiene poca gracia.
No sé qué burrada han costado estos comicios. ¿Veintitantos millones de euros? Pero no es sólo el dinero. No sé qué burrada ha costado tener un Parlament Catalá más débil. No sé qué burrada ha costado crispar a la sociedad catalana y a la sociedad española. Y no sé qué burrada ha costado conseguir que muchos españoles de los que no viven en Cataluña suelten con frecuencia frases del estilo de “Coño, pues que se vayan”.
Yo decía en aquella cabra que Mas se veía a sí mismo como la Liberté de Delacroix guiando al pueblo catalán con una teta fuera y que podía acabar pareciéndose a Sabrina Salerno, cuando se le escapó una ubre en aquella Nochevieja inolvidable. Pero el derrape de Mas le ha llevado más lejos. La teta de Mas puede que se parezca a una de Sabrina, pero en la Nochevieja de 2052 con la italiana intentando reverdecer laureles. Y no tengo nada en contra de las octogenarias, pero debemos reconocer que pensar en esa visión sobrecoge.
Bueno, me sobrecoge a mí. Porque Mas ahí estaba anoche como si no hubiera pasado nada. O casi nada. Claro, claro. No ha pasado nada, Artur, pero qué poco me habría gustado ser tú esta madrugada cuando en la cama cerraste los ojos intentando quedarte dormido.