LAS TONTÁS

Como no tengo ningún buen amigo en la política, puedo decir esta frase sin temor a que ningún ser querido se me enfade. Pero cómo le gustan a nuestros políticos las “tontás”. Lo digo, por ejemplo, por el sarampión que les ha dado a todos con publicar sus declaraciones de la renta para demostrar que están limpios y que ganan lo que tienen que ganar. Que es una “tontá” parecida a que un terrorista invite a su casa a decenas de agentes de policía para que comprueben que él es un buen chico y no guarda en los armarios bazookas, ni dinamita, ni detonadores, ni documentos de identidad falsos, ni dinero de turbio origen. Normalmente, cuando uno hace cosas malas, tiende a la ocultación y los terroristas guardan sus armas en zulos, como los defraudadores esconden su dinero negro de los ojos de las autoridades. No estoy diciendo con esto que Rajoy y Rubalcaba tengan dinero en paraísos fiscales ni que se hayan hartado de cobrar en B. Lo que quiero decir es que con la bobada de enseñar sus declaraciones de la Renta, simplemente nos cuentan lo que se supone que ya sabemos y es que a Hacienda le cuentan lo que Hacienda ya sabe. Vaya, que en los impresos del IRPF, de momento, no aparece una casilla que ponga “Dinero negro”. Pero bueno, ellos están felices con esta pseudo-desnudez que seguramente les hace dormir mejor sintiéndose muchísimo menos culpables de la remierda en la que están metidos nuestros partidos políticos principales.
Nos pasa mucho en España. El tema pendular. Aquí nuestros políticos pasan de esquivar a la prensa cuando vienen mal dadas, a convertirse en los paladines que van a acabar con la corrupción política. O de defender hasta el absurdo al compañero de partido acusado de lo que sea, a ser los primeros que sacan el hacha cuando se ve claro que el compañero está hasta el cuello de basura. Y no sólo sucede con la corrupción; está pasando también, por ejemplo, con el caso de las pobres niñas muertas en el Madrid Arena. Hemos pasado de un absurdo dramático a un absurdo paralizante. Absurdo dramático: Hace unos meses hubo un promotor que, presuntamente, pudo organizar una fiesta multitudinaria saltándose todos los controles habidos y por haber sin que a las autoridades se les moviera un músculo. Absurdo paralizante: Ahora mismo si quieres organizar una conferencia de señoras muy monas y señores encorbatados en Madrid en la que hay más de cinco gatos, tienes que pedir permisos con semanas de antelación y rellenar 25.000 gili-formularios que sirven para que el político y el burócrata de turno se queden muuuucho más tranquilos. Y estaremos así hasta que se nos haya pasado el sobrecogimiento que provocan este tipo de sucesos. Luego volveremos a lo de siempre; “vaale hombre, pues mete a 1.000 más, que no va a pasar ná” o “bueeeno, quita unos cuantos de seguridad que, total, quién sevanterar” y esas laxitudes típicamente ibéricas que, cíclicamente, nos conducen a dramas, al descubrimiento de enormes chorizadas con dinero público o a que determinados delincuentes aprovechen los agujeros del sistema para colarse, forrarse e irse, casi siempre, de rositas.
Yo creo que ya he dicho en alguna cabra que viví 3 años en Suiza. Los helvéticos también tienen lo suyo, acogiendo una banca que ampara con una sonrisa a sátrapas de todo el mundo, pero tienen bastantes cosas buenas. Por ejemplo, son gente inflexible en el cumplimiento de las normas. Y no sólo es que sean inflexibles, sino que no está mal vista la delación. Si un ginebrino observa que su vecino está haciendo algo mal, lo denuncia porque cree que es su obligación. Muy por encima de su bienestar, o de su relación con su vecino, está el bienestar de todos y la relación de cada ciudadano con el resto de la gente de su país. En España, por ejemplo, si pagásemos las cosas con factura y si no hiciéramos todos pequeños fraudes, tendríamos una presión fiscal mucho menor. Pero aquí ni se nos ocurre denunciar a la inmobiliaria que nos alquila la casa para el veraneo por cobrarnos en negro, ni demandamos al chapuzas que nos hace una obrita sin factura. Ni ellos nos demandan a nosotros por pagarles sin IVA. Porque vivimos en la ficción de que ese mamoneo, esa laxitud nacional en el cumplimiento de las normas es mucho mejor que lo contrario.
Yo no sé si algún día pasará algo que nos haga mejorar en esto y nos convierta, espero, en un mejor país. Cuando tengamos unos políticos que dejen de gobernar a golpe de telediario improvisando “tontás” a medida que van surgiendo los problemas. Mientras tanto seguiremos de vez en cuando quejándonos de lo mangantes que son los demás y de los políticos tan malos que tenemos, sin pararnos a mirar que cada uno de nosotros formamos parte estructural del enorme chorizo que, visto desde fuera, es España.