CON CÁNCER Y ESTUPENDA

Hay gente que emite luz. Son personas que iluminan las estancias en las que entran y que, habitualmente, hacen mejores a los que tienen cerca. Eso, en las empresas de formación creo que lo llaman liderazgo. Yo lo llamo luz. Y una de esas personas resplandecientes se llama María Zavala de Asúa y es mi amiga. Está casada con otro amigo mío que se llama Ricardo Balmori, aunque todo el mundo le conoce como Kay. Son de esas parejas como perfectas. Se llevan bien, les va bien en la vida, han criado unos hijos estupendos y ella, Kay y los niños tienen pinta de estar todo el rato a punto de que les hagan una sesión de fotos para el Hola, aunque no hayan salido en una revista en sus respectivas vidas. Y un día se cruzaron con el cáncer. En concreto, a María le diagnosticaron un cáncer de mama.
Y de repente el miedo. La incertidumbre. La necesidad urgente de aprender a vivir con una enfermedad que te puede matar. Y gobernar toda esa angustia sabiendo que ambos tenían que seguir viviendo y siendo padres y siendo amantes y siendo un hombre y una mujer.
Las han pasado canutas y aunque ya están fuera del túnel todavía hoy María, de algún modo, sigue viviendo con su cáncer sometida aún a diversos tratamientos y cambios físicos que le han alterado sus rutinas previas a la enfermedad. Pero ni en los comienzos del tratamiento, ni en lo peor de las operaciones y las quimios se les ha visto derrumbados. Todo lo contrario. Aunque han tragado quina de la buena, ambos han sido ejemplares en la manera de enfrentarse a una enfermedad con la que convivir no es ni mucho menos fácil.
Hace un par de meses María me llamó. Había visto que yo había abierto un blog y quería preguntarme cómo había que hacer para abrir uno, porque ella iba a hablar del cáncer de mama. Quedamos para vernos y empezó a contarme. Teóricamente allí iba a ser yo el que le explicase, pero María me hizo un dibujo tan asombroso de lo que quería hacer, que hablé más bien poco.
Me dijo que ella durante su enfermedad había buscado información sobre el cáncer y que la mayoría de las cosas que encontraba eran temas médicos, testimonios deprimentes e informaciones útiles hospitalarias. Pero había poco de lo que buscan mujeres que pierden el pelo, que desconocen qué usar para cuidar mejor su piel durante la quimio o que no saben cómo pintarse la ceja porque ni siquiera saben que se van a quedar sin cejas. Vaya, que ella quería hacer un verdadero blog de salud y belleza para chicas que quieren verse bien aunque estén hechas polvo.
Me maravilló la claridad con la que me hablaba, la naturalidad y el optimismo y la vitalidad con la que me aseguraba que lo quería sacar cuanto antes. Y el humor. El blog se llama “Con cáncer y estupenda”, que me parece que no puede haber mejor declaración de intenciones. Pero ella, inicialmente, lo quería llamar “The Beauty and the breast… Cancer”. Para los que no sepan inglés, se trataba de un juego de palabras entre Breast (Mama) y Beast (la Bestia) con la Beauty (la Bella) en medio. Le dije que era brillante, pero que iba a tener grandes problemas para que la gente lo pudiera encontrar por Internet y lo tecleara fácilmente para buscar su url. Seguimos hablando durante un buen rato y les aseguro que hubo un par de veces en las que tuve que contenerme para que no notara que me estaba emocionando con su relato. Porque sentí escuchándola entonces la misma fascinación que, de toda la vida, hemos sentido los hombres normales ante los héroes. Esa turbación que leyendo o viendo una película nos hace admirar a los protagonistas de las epopeyas. Esta última epopeya de la que les hablo es ahora un blog que escribe una heroína que, como dice su título, está y es estupenda. Se llama María Zavala de Asúa y con este otro éxito de su vida le va ganando ya al cáncer, como mínimo, por dos a cero.

http://concanceryestupenda.com/

FRANCISCO

Pues me van a perdonar que me ponga pesado, blando y prosaico. Y me explico.
Digo lo de pesado, porque me prometí a mí mismo no hacer más de una cabra semanal, pero la alegría que me llevé ayer al ver que el elegido para Papa no pertenece a la parte más conservadora de mi Iglesia, merece una cabra urgente. No conozco de nada a Jorge Mario Bergoglio, pero lo que dijo, cómo lo dijo y ese crucifijo modesto colgado de su cuello, me parece que dan una idea de que se abre una nueva etapa que muchos católicos estábamos esperando. Los hay que ya le hacen críticas y aseguran que es muy conservador. No lo sé, pero qué quieren que les diga; prefiero un jesuita conservador antes que un vanguardista de Comunión y Liberación, con todos mis respetos hacia los seguidores de este movimiento religioso.
Digo lo de blando porque tengo que reconocer que ayer, cuando vi que nombraban Papa a un miembro de la Compañía de Jesús, me emocioné. Mi padre nació en el mes de noviembre del año 1931, con la Compañía de Jesús expulsada de España y fue bautizado como Francisco Javier. Dice la leyenda familiar que, además, le fueron impuestos los nombres de Ignacio de Loyola, Luis Gonzaga y todos los Santos de la Compañía de Jesús. O sea que San Ignacio y todos los demás Santos de la “Societatis Iesu” han formado parte de mi educación y de mi familia desde que tengo uso de razón. No creo que haya muchos niños a los que su abuela les pagara por escuchar el disco en vinilo de “El Divino Impaciente” de Pemán. A mí me cayeron varias monedas de duro y de cinco duros del monedero de mi abuela Pilar por aguantar estoico y con cara de interés el relato, bastante coñazo para un infante, de la vida de Íñigo de Loyola.
Y no sólo eso. Una de las personas más queridas para mí era un jesuita que se llamaba Carlos García Hirschfeld S.I. y que murió el 4 de abril del año pasado, miércoles santo, para más señas. Era mi tío y fue durante toda su vida un ejemplo de coherencia, de tolerancia y de buscar a Dios desde la fe, la esperanza, la caridad y la alegría. Y es inevitable que, al ver ayer a uno de los suyos en el Balcón de San Pedro, yo pensara en que algo bueno le viene a la Iglesia Católica.
Y decía también que hoy me iba a poner un poco prosaico, pero las emociones no terminaron con la nominación del Papa. Yo soy malagueño y fui de chico muchas veces al fútbol a La Rosaleda con mis padres, con mis tíos y mis hermanos. Y en cada partido escuchábamos extrañados aquellos versos del himno del Málaga que dicen “tiene equiiiiipo de primeeeeeraaa, en el fútbol españoooool”. Porque el pobre Málaga de mi infancia, adolescencia y juventud subía y bajaba que era un mareo y hasta acabó despareciendo.
Puede que sea prosaico unir la espiritualidad con el fútbol, pero me tienen que reconocer que el que, en una misma tarde, coincida que el Málaga se mete en cuartos de la Champions y que se convierte en Papa un Jesuita, es una demostración de que Dios, de verdad, existe. Ya sólo falta, para completar el milagro, que en España dimita alguien antes de que lo echen. Pero eso no sé yo si es pedirle demasiados esfuerzos al Espíritu Santo que ayer, yo creo, quedó ahíto.

MI PRIMER FIN DEL MUNDO

Esta cabra está dedicada a una de las lectoras caprinas más fieles; mi amiga Rosa Patier.

Está mal visto llorar. Y no sólo que lo hagamos los hombres. No sé por qué una de las frases que más se utilizan en el mundo es: “no llores”, dirigida a niños, mujeres u hombres que, en un momento de congoja o desasosiego echan unas lagrimillas. Es cierto que hay gente que tiene una facilidad tremenda en los lagrimales. Mi mujer, por ejemplo, ha llegado a llorar con el anuncio navideño de turrones El Almendro. Exceptuando a mi amada esposa, no conozco a nadie capaz de emocionarse con un estímulo de 20 segundos escasos, pero ella lo hace. Y con frecuencia su lágrima fácil provoca el choteo familiar empezando por su marido y terminando por su hija la pequeña. Quizás detrás del choteo está el intento de no acabar también nosotros llorando o, sencillamente, la tendencia que todos tenemos a pensar que el llanto es un síntoma de debilidad o de algo no bueno. Por eso, al que llora, habitualmente le pedimos que deje de hacerlo. Pero el llanto puede ser muy reconfortante y, en ocasiones, el lacrimoso acaba reclamando a gritos su derecho frente a los que le piden que deje de llorar.
Algo parecido a lo que cuento sucedió en mi casa durante una cena poco antes de las Navidades pasadas. En aquellos días miles de apocalípticos del planeta estaban anunciando el muy cercano fin del mundo y otros miles de creyentes en la hecatombe vivían con zozobra preparando sus maletas del otro mundo, sus espíritus para El Juicio o, directamente, su suicidio colectivo para ahorrarle trabajo a La Parca. La cuestión es que había en el ambiente un canguelo disimulado, un “a ver si va a ser que sí” que tenía en un cierto nivel de aprensión a una parte de la humanidad. Y a bastantes niños.
Era en mi casa, como decía, la hora de la cena. Estábamos toda la familia hablando de lo que nos había pasado a lo largo del día y mi hija Macarena, que tiene 11 años, estaba un poco mohína. Era raro porque es una niña muy alegre, pero estaba tristona. Entre tanta gente comentando los sucesos de la jornada, nadie le hacía mucho caso hasta que ella empezó a hablar. “Es que yo no quiero que se acabe el mundo”. Tal afirmación fuera de contexto, con una albóndiga en la boca puede llevar al atragantamiento, así que, después de tragar le dijimos. “¿Pero de qué hablas?” Y la niña se soltó. Empezó a contar lo que había ido oyendo por ahí, lo que le habían dicho sus amigos, lo que había escuchado en vete tú a saber qué programa de televisión. Lo cierto es que Macarena tenía la pobre encima un apocalipsis mental en forma de empanada que le estaba haciendo sufrir realmente. “Es que yo no quiero dejar de veros” dijo de repente.
Ante una frase como esta, a un padre se le ponen los ojos como a Heidi cuando iba arrancar a llorar y babea con su hija.
Ante una frase como esta, un adolescente hermano mayor de la susodicha; machaca. “¿Pero qué dices, niña? Eso son chorradas. Qué fin del mundo ni fin del mundo. Macarena, eres una cría (que, aunque mi hijo no lo sepa, es un pleonasmo).”
La discusión se fue trufando con afirmaciones despectivas del estilo de “ya lo dijeron en 2000 y no pasó nada” o esa típica sentencia tonta de “pater omnipotens” de “tú tranquila, hija, que no va a acabarse el mundo”. Claro, como si yo lo supiera. Pero Macarena está aún en esa fase última de la infancia en la que sigue creyendo que sus padres, de verdad lo sabemos y lo podemos casi todo. Esa etapa en la que los hijos nos otorgan a los padres poderes paranormales como, por ejemplo, el de la adivinación. Aún así, no siempre uno es capaz de convencer a sus hijos de sus dotes para adivinar el futuro y Macarena se puso a llorar. Entre lágrimas, mientras los demás le soltábamos frases huecas animándola y pidiéndole que no llorara, Macarena nos dijo “¡¡Bueno, pues este es mi primer fin del mundo, así que dejadme llorar en paz!!”.
A mí, aparte de que me hizo mucha gracia, la frase, tan contundente reclamando espacio para llorar, me provocó ciertas reflexiones. Y entre pensamiento y pensamiento fui pariendo esta cabra que hoy les acompaña.
Por eso, el día aquel del primer fin del mundo de mi hija Macarena respeté su petición de que la dejáramos llorar en paz. Y lloró. Gracias a eso probablemente estará más serena cuando le toque su segundo fin del mundo, que, sea con los Mayas, los Davidianos, con los Troyanos, o con los adventistas, le tocará mucho antes de que cumpla los 18.

LOS PIRAOS

Es una de las plagas de la vida moderna. Los piraos. El número ingente de personas que tienen algún tipo de disfunción social más o menos grave y se empeñan en compartirla con los demás.
A eso ha ayudado muchísimo Internet. Hasta hace poco la gente indeseable tenía que disimular su amargura y su mal carácter para poder convivir. Salvo casos muy graves de misantropía, nadie insultaba a su vecino a la cara, nadie acusaba de algo grave al compañero de rellano sin pruebas no fuera a ser que al vecino le diera por partirle la cabeza al autor del insulto o la acusación. Ahora, gracias a las muy diversas herramientas de Internet puedes insultar y acusar a cualquiera de la peor de las perversiones desde el anonimato. Y si luego resulta que era mentira, pues oye, que te echen un galgo, a ver si te pillan.
Es algo en lo que llevaba tiempo pensando, pero nunca me había dado para una cabra hasta que hace unos días leí una noticia sobre la presencia del entrenador del FC Barcelona, Tito Vilanova, en el palco de familiares de Rafa Nadal en un partido de exhibición en Nueva York. Para quien no lo sepa, el entrenador está en Estados Unidos tratándose de un cáncer y aceptó la invitación de Rafa para ir a verle jugar. Yo, por lo general, como soy un tipo morboso, suelo leer los comentarios de las noticias. Lo sé; es algo cercano al masoquismo, pero, en el fondo, es como ir al Zoo. Sabes que va a haber leones, cebras y jirafas, pero sabes también que te vas a encontrar con el típico animal ese raro de cojones, del que no sabías ni que existía. Pues en los comentarios de los periódicos convive gente más o menos normal, con imbéciles de campeonato que, por lo general, a su estupidez intrínseca, unen una mala leche asombrosa. Y ambas; su mala leche y su majadería, la esconden cobardemente en el anonimato. Y en ese grupo de los amargados con derecho a hablar está el imbécil que comentó en primer lugar la noticia. Resulta que al humano en cuestión le parecía fatal: 1º que Tito Vilanova tuviese posibles para tratarse en EEUU. 2º Que acudiese a ver un partido de Rafa en pleno tratamiento. En consecuencia, ante la solicitud de muchos de apoyar al señor Vilanova con un #anims Tito, el bobo comentarista declinaba la invitación. No recuerdo cuál era su argumento, si es que lo había, porque el periódico borró en pocas horas el comentario, pero este es un ejemplo perfecto de lo que decía. El antibarsa que suelta su hiel contra los blaugrana. El antimadridista que ladra todo tipo de insultos a los blancos escondido tras su teclado. El ultraderechista o el ultraizquierdista que vuelve a dejar claro que, si él mandara, íbamos a quedar pocos opinando en su contra… En fin, esa gente gobernada por la amargura que por fin ha encontrado a alguien que le escuche.
El problema es el caso que se les hace. Decenas de empresas, instituciones y representantes de artistas toman decisiones basadas en la lectura de comentarios de estos descerebrados. “Es que tienen un enorme altavoz” te contestan si tú les dices que son unos panolis, como si el hecho de tener un altavoz te confiriera un peso intelectual incuestionable. Un imbécil no es mejor por hablar con un megáfono. Es un imbécil que suena muy fuerte.
En fin, digo yo que, cuando se nos pase el sarpullido este del respeto al cibercapullo y de pasión por la plaza pública online, les darán algún susto a esos delincuentes de la expresión. Aunque algunos más que cometer delitos, simplemente, dejen por los suelos su humanidad negándole el ánimo a un enfermo, sencillamente, porque es el entrenador del equipo contrario.

GÜI AR DE BEST

Lo digo para desdramatizar un poco. Tampoco me parece para tanto que un chaval en representación de España diga en el estrado del Parlamento Europeo una tontería propia de su edad y del desajuste hormonal de la adolescencia. Quizás muchos de ustedes hayan visto el vídeo http://www.youtube.com/watch?v=4xpDx3Itcsk de un par de jovencitos españoles hablando en inglés a trompicones en la Cámara europea y cómo uno de ellos, el de sexo masculino, termina diciendo “Sagerao España”. Por lo visto, esa profundísima frase acompañada de un gesto con la mano, ha sido la aportación a la humanidad de una tal Ylenia que aparece en un programa que se llama “Gandía Shore”. Yo, gracias a Dios, no he visto jamás “Gandía Shore” y no tengo el gusto de conocer a la tal Ylenia a la que imita el mozo. Pero, cuando vi el vídeo, lo de menos me pareció la salida de pata de banco del nene en el tramo final. Lo penoso, lo triste, si me apuran, lo terrible (y ahora sí dramatizo) es lo que dijeron antes de eso y cómo lo dijeron.
Imagino que estos dos muchachos fueron seleccionados de entre unos cuantos cientos o incluso miles de estudiantes. Imagino que, tras estos adolescentes, había uno o varios claustros de profesores con una preparación de años. Imagino que alguien debió estar un rato pensando qué iban a decir los portavoces de nuestra juventud ante el Parlamento Europeo.
No he oído por desgracia a ninguno de los representantes del resto de países. Quizás todos hicieron un discurso vacío como el de nuestros muchachos. Una alocución pobre, llena de vaguedades y de frases de esas de salir del paso cuando uno no sabe qué decir (“es un honor…”). Afortunadamente no hablaron de la paella, del sol y de los toros, pero no faltó la topiquísima referencia a don Quijote («güi cam from San Clemente»), que me recordó a la España de ZP. Aunque lo que de verdad me hizo evocar a ZP y a Aznar y a Rajoy fue el lamentable uso del inglés de nuestros dos representantes. No digo que hubieran llevado a dos jovencitos educados en Cambridge y con acento de Lord Inglés, pero ¿No podían haber encontrado a otros dos que hubieran sido capaces de pronunciar con soltura esas tres chorradas que dijeron? Es que, para empezar, dijeron un “Hello” calcado al de aquellas pelis de Alfredo Landa arrimando cebolleta a las suecas en Torremolinos; “JJJJeeellooooouuuu” poniendo el maxilar inferior muy prominente y rascándose la boina con regocijo.
No. Lo penoso no es que este mozo diga “Sagerao España”. Ni siquiera que lo haga imitando a una pedorra de esas que supongo que enseñará mucha teta y mucho culo. Sobre todo porque los que estaban allí no creo que sepan que el muchacho imitaba a una friki de un programa de televisión. Lo tristísimo es que si esos dos son los mejores que pudimos llevar a Estrasburgo, no quiero imaginar cómo deben ser los peores. Y eso sí que lo saben ya, por desgracia, todos los que presenciaron aquello y todos los que lo están viendo desde entonces en Internet.

P.S.1. A la hora en la que termino este escrito ya van más de 800.000 visionados.
P.S.2. Una lectora me envía un link con un vídeo en el que un muchacho de Cangas queda muy bien en el mismo foro. Para que sepamos que no sólo hay cebollinos. Gracias Emma.http://www.europarl.europa.eu/ep-live/en/other-events/video?event=20130214-1000-SPECIAL-EUROSCOLA