¿Y POR QUÉ NO LES ECHAMOS?

Lo sé. Me van a dar la del pulpo. Y a mi madre le van a pitar los oídos durante semanas. Pero estoy ya de los catalanes que quieren dejar de ser españoles hasta el testículo izquierdo. No digo el derecho, para que no me llamen facha, pero vaya, me da igual. Estoy, la verdad, hasta todo el relleno de la bolsa escrotal, mismamente. Y no es algo nuevo. Hombre, hay que reconocer que últimamente Mas está haciendo oposiciones para tonto del lustro, pero los catalanes llevan dando la matraca desde hace muchos años. Ya no nos acordamos de Jordi Pujol, pero durante décadas, en el gobierno de la Nación (de la nación española, quiero decir), no se movía un sofá sin que el Molt Honorable diera su consentimiento. Y daba igual el partido, porque tanto el PSOE como el PP (“Pujol enano, habla castellano”) han hincado la rodilla ante los nacionalistas. Y como consecuencia de ello hemos oído a nuestros políticos frases absurdas como “hablo catalán en la intimidad” (Aznar) o “el concepto de nación es discutido y discutible” (ZP). Y las frases, en sí, no son importantes. Lo jodido es lo que escondían; y era una entrega absoluta de los sucesivos gobiernos centrales a la apretura de pescuezo del partido bisagra por definición. Y, claro, de aquellos polvos (y no hablo, por Dios, de sexo explícito entre nuestros dirigentes, porque no tengo pruebas) vienen estos lodos.
La cuestión es que ahora mismo miles de catalanes piden tener derecho a decidir. Que es una solicitud algo perversa, porque da la sensación de que el marco legal en el que nos movemos ahora mismo no lo hubiéramos decidido nosotros. Es una matraca constante de los que pretenden, por su cuenta, cambiarnos las reglas del juego a mitad de partido. Y en este saco entran los republicanos y los nacionalistas. Resulta que España decide en 1978 en referéndum que seamos una monarquía parlamentaria con un sistema (más o menos absurdo, pero un sistema) autonómico que ya quisieran para sí la mayor parte de las regiones-autonomías del mundo. Pero eso no vale. Porque eso pasó hace mucho tiempo… y estábamos saliendo de una dictadura… y al Rey lo propuso Franco. Coño, ¿Y qué? Lo propondría Franco, pero lo votaron casi el 90 por ciento de los españoles. Es que no hay ni un solo monarca europeo que haya recibido tanto apoyo vía urnas como Juan Carlos I y no hay un sistema democrático occidental que tenga una Constitución tan reciente y tan masivamente apoyada como la nuestra. Pero, según los republicanos y los nacionalistas, hay que revisarlo todo. ¿Es poco legítima la Reina Isabel II de Inglaterra por el hecho de que los Windsor lleven toda la vida en Buckingham? Yo creo que no. Pero aquí en España, como tenemos un sistema electoral tan grotesco, cada vez que un gobierno no tiene mayoría absoluta se pone en manos de pequeños partidos regionales, con ansias más o menos independentistas, que acaban haciendo que el gobierno central gobierne para ellos durante unos cuantos ratos. Y así vamos.
Tacita a tacita, mayoría simple a mayoría simple, hemos ido construyendo un mapa autonómico que se cae por su propio peso y en el que multitud de niños están siendo educados en el odio-desprecio-desafección a España. Lo del otro día de los niños con discurso independentista en TV3 nos lo venden como algo inocente y casi sin importancia, pero a mí me parece una de esas cosas que te hacen ver que algo no funciona. Y los del gobierno catalán dicen que no hay una educación que marque a los niños de ningún modo. Ja. Yo todavía recuerdo lo que me reía cuando mi padre me contaba que él, de pequeño, estuvo muchos años creyendo firmemente que los rusos tenían rabo y cuernos y la piel roja. Porque era lo que les contaban en el colegio, en las misas, en su casa y en las casas de sus amigos… Yo puedo entender que haya muchos catalanes que aún tengan abierta la herida de las barrabasadas que se hicieron en Cataluña durante el franquismo con el catalán y con los catalanes no afectos al régimen. Pero, por favor, que eso pasó hace mucho tiempo y ya va siendo hora de que ambas partes dejemos a un lado la parte visceral que nos separa y busquemos acercarnos en aquello que nos une.
No recuerdo quién fue, pero hace unas semanas estaba almorzando con un grupo de amigos. Y uno de ellos propuso algo que me hizo gracia: “Coño; tanto que quieren irse de España, ¿Y por qué no les echamos?” La pregunta tiene su miga, pero, con lo que les gusta el victimismo a los nacionalistas en general (españoles y no españoles) lo mismo era mano de santo. Si pasamos del “¡España nos roba!” al “¡España nos echa!”, igual les sale un sentimiento patriota de algún sitio y deciden que no se está tan mal aquí. O, a lo mejor, ante el anuncio de que van a echar a Cataluña de España, los catalanes que quieren ser también españoles deciden salir del armario y decir quiénes son, qué piensan y qué sienten. De una puta vez.