CAGAÍTO

Así se debió quedar el pobre Obama después del inquietante anuncio de España en protesta por el espionaje al que, según parece, nos sometió Estados Unidos por nuestro bien. Es en estas pequeñas cosas en las que se nota si eres una potencia o un país de los del montón. No recuerdo si era Forges el que decía que lo que distingue a un español de un estadounidense es que el español cuando llega a un lugar en el que hay muchas banderas lo primero que hace es comprobar que está la rojigualda. El yanqui ni mira, porque da por hecho que la suya pende de algún mástil. Pues con esto del espionaje pasa igual. Hombre, molesta que te digan que tu aliado está escuchando tus conversaciones, pero después del anuncio de que EEUU había espiado hasta al Platanito, como que jode saber que no te están espiando. Por eso, cuando se ha sabido que también a nosotros nos espiaron, el gobierno español ha tenido que hacer el paripé de “huuuuyyy lo que me ha hechooooo” y decir la tontada esa de que “se podría romper el clima de confianza”. Una reacción incontestable que ha dejado demolida a la administración americana y le ha hecho responder con el paripé “huuuuuyyyy lo que me ha dichoooo”. Lo malo es que la cosa se está liando y ahora resulta que, según El Mundo, puede que nos hayan espiado con nuestra propia ayuda. Conclusión que yo creo que cortocircuitaría al propio Gila (q.e.p.d.) si estuviera entre nosotros.
Porque de todo esto, que no debería tener ninguna gracia, Gila habría sacado por lo menos para 5 monólogos inolvidables. O sea. Resulta que Obama (que, por supuesto, de esto no sabía nada porque lo han hecho los malotes de la CIA) está indignado y va a “ordenar una investigación interna”. A la vez nos dicen que, en el hipotético caso de que escuchen lo que hablamos, lo hacen por la seguridad de EEUU y por la nuestra. Es decir: no os hemos espiado, pero si lo hacemos, tontorrones, es por vuestro bien. Lo de la investigación interna de la CIA es como si alguien dice que va a hacer un análisis de dopaje en un bote de orina metiendo un folio Galgo; “Señores, si se pone azul el folio es que hay dopaje”. Y claro, como ni de coña se pone azul el folio, pues, oigan, que aquí no se ha dopado nadie. Eso; hazle tú una investigación interna a la CIA para ver si espía. Todavía se están riendo los funcionarios americanos con las cachondadas que dice su presidente.
Pues con las amenazas de nuestro gobierno pasa igual. Que se están riendo los de la CIA y el propio Obama. Bueno, quizás ayer por la mañana se inquietaron un poco al oír a Rajoy proferir la terrible amenaza de la comparecencia en el Congreso del Director de nuestro CNI. En fin.
Me habría gustado leer hoy la columna sobre este asunto del maestro Manolo Martín Ferrand al que homenajeamos anteayer en la Academia de la Televisión. Este episodio estoy seguro de que le habría dado para poner en marcha el sacapuntas de su columna “Ad Libitum” y dejarnos una de esas gloriosas frases de Baura, que era un personaje inventado muy útil para que don Manuel diera auténticas hostias como panes y explicara lo inexplicable.
En el homenaje se contaron muchas anécdotas de un hombre al que debemos, entre otras cosas, la televisión privada. Vistos algunos de los programas que circulan hoy en día, muchos podrán pensar que el Gordo (como, con perdón, le llamábamos los de la tropa) se podía haber ahorrado el esfuerzo. Pero, ironías al margen, es verdad verdadera que sin el empuje, sin el empeño y sin el liderazgo de Manuel Martín Ferrand, la historia de la televisión española de los últimos 25 años habría sido muy diferente. Yo sólo contaré dos conversaciones que tuve con él cuando yo arrancaba en esto como becario de Antena 3 de Radio en junio de 1987. Una secretaria nos metió a los 12 novatos en una sala y nos anunció que don Manuel nos quería dar la bienvenida. Imaginen los nervios. Uno de mis ídolos se iba a sentar en la misma mesa en la que estaba yo para darme la bienvenida. Llegó y nos pidió nuestros nombres. Cuando yo le dije el mío me preguntó; “vaya, así que ¿tú eres el poeta?”. Mi profesor de literatura de la carrera, Luis Blanco Vila, gallego como él, le había advertido de que en el paquete de becarios le llegaba un rapsoda. Yo no supe si tomarme aquello como algo bueno o como una de esas frases amenazantes de las pelis americanas de universitarios extrahormonados. Mientras yo pensaba en diferentes métodos para matar a mi profesor, empezó a hablarnos del periodismo y sobre todo de libertad. Nos dijo que en esa empresa íbamos a ser periodistas libres con dos únicos límites: la Constitución y la Casa Real. Igualito que hoy. Aquel fue para mí un día solemne, pero Martín Ferrand, en el trato corto como jefe no era en absoluto solemne. Era firme, pero cariñoso y siempre encontraba la frase justa que decirte, frecuentemente, con una coña interna considerable. Y lo comprobé pronto. Al mes de arrancar las prácticas me tuvieron que escayolar un pie. Nadie sabe por qué, me empezó a doler tremendamente el dedo gordo del pie derecho y en urgencias me pusieron una escayola y me indicaron una semana de reposo. Yo, como becario que era, no podía dejar de ir a trabajar, así que acudí a la calle Oquendo y me senté en mi mesa con la pierna en alto intentando tener margen de maniobra para usar la máquina de escribir. Un rato antes de que comenzara el informativo Crónica 3 al que me habían asignado, llegó por la redacción don Manuel y, al verme en postura tan extraña me preguntó: “¿Qué te ha pasado, muchacho?” Yo le contesté que no lo sabía; que, sin caerme ni nada, me había empezado a doler el pie horriblemente y me habían escayolado. El jefe me miró y me soltó una de sus frases cortas, directas y con retranca: “Cuando me dijo tu profesor que tenías mucha vida interior no sabía que se refería a esto. Cuídate…” De nuevo en aquel momento pensé en Luis Blanco Vila con intenciones homicidas, aunque no sabía lo que le iba a acabar agradeciendo para siempre, poco después, el haberme puesto en el camino de conocer a un hombre, a un periodista y también poeta llamado Manuel Martín Ferrand, de la Coruña.

LA HIJAPUTA

Me van a perdonar el exabrupto, pero no sabía cómo arrancar esta Cabra posterior a la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que nos cortó la digestión hace unos días.
Por si alguno no lo sabe, que lo dudo, anteayer salió de la cárcel Inés del Río. Inés es una etarra que asesinó a 24 personas y que fue condenada a 3.828 años de cárcel por delitos que cometió antes de la entrada en vigor del código penal de 1995. Suena a broma, pero, por las distintas redenciones de pena que se recogían en nuestro ordenamiento jurídico, esta señora debería haber cumplido sólo 20 años de esos casi 4.000. Pero en 2006 hubo una decisión del Tribunal Supremo, respondiendo a un recurso del etarra Henri Parot, que supuso un cambio en esas redenciones; las reducciones de pena no se aplicarían sobre los 30 años del máximo que una persona puede estar en prisión, sino sobre cada una de las condenas acumuladas por el recluso. De este modo, se evitaba el absurdo de que una persona condenada por muchos asesinatos pudiera recibir el mismo trato que el autor de una única muerte. Esto se llamó la “doctrina Parot”. Y la aplicación retroactiva de esta “doctrina Parot” en el caso de Inés del Río la tumbó a comienzos de esta semana el susodicho Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Hay muchas maneras de interpretar lo que ha sucedido allí. El TEDH da por mal parida una decisión aprobada por nuestro más Alto Tribunal y la aplicación retroactiva de una doctrina que, por lo que parece, vulnera los más fundamentales derechos de la etarra. Yo no pienso, como muchas personas a las que he leído, que sea absurdo invocar el respeto a los Derechos Humanos para dejar en libertad a una asesina miserable. Precisamente lo que nos diferencia de estos seres abyectos es que nosotros no nos pasamos las leyes, ni los derechos por el arco del triunfo. Otra cosa es que esté de acuerdo.
Porque he estado estos días hablando con juristas de un lado y de otro y todos coinciden en lo mismo; en que es discutible lo que ha sentenciado Estrasburgo y en que el Tribunal Europeo no discrepa de la doctrina Parot, sino que discrepa de la aplicación con carácter retroactivo de esta doctrina en el caso de la tal Inés. Porque en tertulias y en artículos he escuchado y leído que Estrasburgo nos daba un “bofetón jurídico”, que algunos “sentían vergüenza” y “se les ponían los pelos de punta pensando en que en nuestro país podíamos vulnerar los Derechos Humanos” y sandeces similares. Tanto, que da la sensación de que a algunos les escandaliza más que España haya aplicado retroactivamente la doctrina Parot a esta etarra, que el hecho de que puedan salir a la calle antes de tiempo algunos asesinos. Es el problema de no llamar a las cosas por su nombre. Si no dejamos claro que los etarras eran unos vulgares asesinos y nos liamos hablando de “proceso de paz” y de “mesa de negociación”, parece que aquí estamos tratando de igual a igual con unos pobres infelices a los que la opresión estatal obligó a ser un poco malos chicos. Y no hay negociación que valga; oiga, entregue usted las armas, arrepiéntase, pida perdón a las víctimas y luego ya veremos si somos más o menos piadosos, indulgentes y magnánimos con ustedes. Pero aquí no; principalmente en la época de ZP estuvimos hablando de un “proceso de paz” como si hubiera habido una guerra entre dos estados. Nos pusimos a una supuesta misma altura con los terroristas, y claro, nos acabamos haciendo un lío. Y hay algunos que piensan que no pasa nada porque la tal Inés del Río salga de prisión antes del tiempo razonable y no se dan cuenta de que no estamos sacando a la calle a una noble guerrera, ni a una militar de un ejército derrotado o a una gudari que luchó por la liberación de su patria. Estamos dejando libre a una pedazo de hija de puta del tamaño de La Cibeles que ha cumplido un año y poco de prisión por cada uno de los 24 asesinatos que cometió en nombre de ETA. No estamos liberando a una luchadora llena de ideales; estamos mandando a la calle a una mujer mala que puede volver a matar en cualquier momento y que sigue pensando que lo que hizo está perfectamente justificado. Que es lo peor. Lo digo por si a alguien se le había olvidado. Que lo parece.
En fin, menos mal que el sábado juegan el Barça y el Madrid y vamos a volver a centrarnos en lo que de verdad importa. Saber si, como decía un amigo que es un rapsoda del fútbol: “a ver si después de Tito, y ahora con Tata, el Madrid va a poder jugar con el Barça al Teto”. Aunque después de lo visto anoche con la Juve, no sé yo…

WASHINGTON DEL MARESME

Es uno de los principios del cansinismo; ser inasequible al desaliento. Y no sé ustedes, pero este que suscribe está hasta los epidídimos* de oír quejarse a los nacionalistas de lo malos que somos los que no les dejamos hacer lo que les sale de los conductos deferentes*. Con lo que no cuenta un cansino profesional es con encontrarse con otro profesional, pero del escapismo. Rajoy es probablemente el mejor antídoto contra la pesadez, porque puede desesperar al más insistente a base de no hacerle ni caso, pero es raro que así se solucionen los problemas. Rajoy cree que, si mira para otro lado, Mas se va a aburrir. Y no sé yo, aunque el President de la Generalitat está atrapado en un enorme y a la vez estrechísimo callejón sin salida. Por si fueran pocas las bravatas de Mas, que es el poli malo, ahora se descuelga Durán i Lleida, que es el poli bueno, y nos dice que, cuidadín, que como esto siga así lo mismo el malote de Mas nos suelta en la cara una declaración unilateral de independencia, como si fuera el George Washington del Maresme. A mí Mas, e incluso el poli bueno, qué quieren que les diga, me la refanfinflan, pero no me pasa lo mismo con la relación de Cataluña y los catalanes con el resto de España y los demás españoles.
Y no digo que a Rajoy no le preocupe, pero meter la cabeza bajo tierra suele servir de poco. Es una técnica que dicen que usa el avestruz. Yo nunca he visto a una de estas gigantescas aves practicar el enterramiento de cabeza, pero sí he visto a bastantes seres humanos hacerlo. Tuve un jefe, con el que me llevaba incluso bien, que estaba convencido de que los problemas se solucionaban simplemente con no mirarlos. Y claro; es cierto que desaparecían… pero desaparecían de su vista. Porque los problemas seguían ahí, los tíos, pertinaces, a pesar de que él, sagazmente, siempre los esquivaba con la mirada. Y a base de dejar de mirar hacia los problemas, fue acumulando una torre que, cuando estalló, se lo llevó por delante a él y, unos años después, a bastantes de sus subordinados. Algo similar le pasa a Rajoy con el tema de Catalunya, que es un problema que, como no lo mira, pues no existe, oiga. Sucede igual con sus ruedas de prensa vía plasma, que él piensa que, como no los ve, los periodistas no están. Y él así es más feliz. Hombre un poco de razón tiene, porque yo creo que una de las desgracias de España es que el periodismo de verdad está desapareciendo. Hay muchos periodistas de un lado o del otro, pero quedan pocos periodistas independientes en estado de alerta y dispuestos a ser críticos con lo que se les ponga por delante. Lo cierto es que a Rajoy lo de coger el toro por los cuernos, ponerle el cascabel al gato o colocar los escrotos* encima de la mesa le genera esa inseguridad tan característica de nuestro primer ministro, que hace que los ojos se le vayan para los lados y le cueste tragar. Que ya podría hacer algo para mejorar su cara de póker porque, cuando le hacen una pregunta incómoda (en el extranjero) o cuando tiene que hablar de frente a una cámara sobre un tema delicado, muestra unos ojos parecidos a los que pondría el Gato con Botas de Shreck si tuviera estrabismo.
En fin, que me escapo. A lo que iba es a que con el tema de Cataluña llevamos demasiado tiempo haciendo el bobo y quizás deberíamos tomar nota de la idea que propone, entre grandes críticas, el ex presidente Aznar. Que es un cachondo. Porque este gran líder, este enorme estadista que hoy reclama a su partido que evite “el desaguace de la Nación y del Estado que propone el nacionalismo”, es el mismo que parlaba catalán en la intimidad con aquel Pujol enano que debía hablar castellano y que le agarraba el paquete* con inusitada fuerza. En este intento de desguace de la idea de España han participado por supuesto los nacionalistas, pero ahí han estado también con su pico y su palita los diferentes presidentes del gobierno, Aznar incluido, que les han dado todo lo que han ido pidiendo en años de mayorías relativas en el Congreso.
Y ahí seguimos. Constantemente sometidos al chantaje de Mas, que dice que le robamos cosa mala, y a las sutiles amenazas de Durán, que va de ponderado, pero suelta bombas como lo de la declaración unilateral de independencia, así como dejándolo caer. Y, claro, Durán no quiere oír hablar de emancipación, pero si en el viaje absurdo que ha abierto Mas le cae algo a Cataluña pues, osti tú, no van a ser tan tontos de no aceptarlo.
Y me van a permitir que les deje así a botepronto, pero me voy para Barcelona a ver si el escolta de Mas me cuenta el truco para que le crecieran tan lozanas las plantas de marihuana de su jardín. Yo estoy ahí trabajando como un perro en mi huerto y no consigo que me maduren adecuadamente los calabacines.

* Sirvan estas finísimas maneras de decir cojones o similares para congraciarme con mi madre, mi mujer y mi tía Maravillas, que frecuentemente me critican por el uso en las Cabras de palabras bajunas y vulgares.

EL PUEBLO

Tengo algún amigo muy fascista y algún otro muy comunista, que piensan rotundamente que la democracia es un sistema podrido. Ellos defienden que no puede valer lo mismo su voto (el de una persona sú-per-lis-ta, por supuesto) que el de otra persona que no tiene sus mismos estudios, su educación y su inteligencia natural para afrontar lo que les toque vivir. Son ellos, los listos, los que, cuando a un país le vienen mal dadas, acaban ofreciéndose para guiar al pueblo que, sin ellos, estaría perdido. Y lo malo es que los pueblos, cíclicamente, entregamos sin pensar el poder a esos líderes para volver al útero en el que no tomábamos decisiones, pero estábamos muy tranquilos. En esa dejación de la ciudadanía nadan felices los déspotas que llegan tocándonos suavemente la cabeza, como diciendo: “Bueno, vale, ya que me lo pedís, acepto guiaros”. El paternalismo de fascistas y comunistas sería patético y hasta daría risa si no fuera porque están siempre a la vuelta de la esquina, asomando la patita, como diciendo: “Hey, chicos, que estamos aquí, que nunca nos hemos ido…”
Escribo esto porque recientemente se está viendo un auge de partidos filo-fascistas y filo-comunistas en diferentes elecciones de nuestro entorno. Me hace gracia la preocupación con la que en general se habla del resurgimiento de la ultraderecha, sin hacer excesivos ascos al resurgimiento de la extrema izquierda. Es algo que siempre me ha chocado tremendamente; cuando alguien (aunque sea muy de izquierdas) hace algo malo malísimo, cuando se cisca en los derechos civiles o contraviene las normas de la democracia, se le califica como “fascista”. Por ejemplo a los etarras, que son ultraizquierda pura, se les ha calificado frecuentemente de “fascistas”. Incluso, este denominativo se utiliza como insulto en según qué foros. Sin embargo, jamás el denominativo “comunista” se usa como elemento insultante en un rifirrafe dialéctico. Y a mí me parecen ambos la misma mierda. Y una mierda peligrosísima, por cierto. No sé si es la pátina de la supuesta defensa de los trabajadores y del supuesto reparto de la riqueza del comunismo, pero tiene una imagen ante la sociedad mucho mejor que el fascismo. Vaya; yo no he contado los millones de personas muertas, desaparecidas, torturadas, encarceladas o exiliadas por ser enemigos de las causas fascistas, nazis o comunistas, pero estoy seguro de que, en un torneo de exterminadores, acababan empatando. Aún así, el comunismo goza de una buena imagen sorprendente todavía hoy. Yo mismo, si veo a alguien portando una bandera con una esvástica o con el yugo y las flechas siento inmediatamente miedo y asumo que el que la porta es un tío violento al que habría que encarcelar. En cambio, si me cruzo con un mozo enarbolando la bandera de la hoz y el martillo, probablemente hasta le sonría y piense de él que es un tío idealista, buena gente, con el que me iría encantado a tomar unas cañas.
Decía el filósofo Stefan Zweig que los pueblos en períodos de zozobra necesitan a líderes que los anestesien, aunque, para que nos den esa anestesia tengamos que renunciar a nuestros derechos más elementales. Y esos líderes unas veces vienen a liberarnos del yugo de los ricos y otras veces a liberarnos del yugo de los de la dictadura del proletariado. Unos en nombre del fascismo y otros en nombre del comunismo, son anestesistas de la voluntad popular que siempre tienen una excusa magnífica para imponernos a los demás su liderazgo. Y así, les dejamos hacer hasta que, indefectiblemente, se les va la mano. Es entonces cuando el gen de la libertad (que está clavado en nuestro ADN) acaba explotando y mandamos a esos líderes tan majos a la mismísima porra hasta la próxima.
O sea que, por mucho que mis amigos comunistas y fascistas piensen que los pueblos somos genéricamente tontos, al final acabamos sacando una lucidez que nos permite, de vez en cuando, poner a cada uno en su sitio.
Lo triste es que luego pasan cosas que casi dan la razón a mis amigos los totalitarios. Sucedió hace un par de semanas y desde entonces llevo dándole vueltas al absurdo. Yo imagino que si, a cualquiera de nosotros alguien nos roba dinero, lo normal es que al ver al ladrón, tendamos a querer agredirle, insultarle o, sencillamente, por lo menos, mirarle mal. Lo que sería raro, es que le hiciésemos el pasillo al chorizo lanzándole vivas y tocándole la chepa a su paso. Pero algo parecido sucedió en unos juzgados de Barcelona en los que iba a declarar Messi por el confesado “olvido” de declarar 4 ó 5 milloncejos de euros de nada. Lo de la puerta de ese juzgado, es para que alguien haga un estudio socio-psicológico. Allí estaba «el pueblo», cientos de personas para aplaudir al ídolo blaugrana gritando: “¡¡¡Meeeeeesssiiiii, Meeeesssiiiii!!!!! Y yo no dudo de que, verdaderamente el muchacho ignorara que su papá estaba defraudando, pero hombre, de ahí a aplaudir a uno que nos ha quitado millones de euros, va un trecho. Porque casi nunca nos damos cuenta de eso, pero los cuatro o cinco millones de Messi, que hacían falta, nos los ha ido quitando a poquitos el simpatiquísimo Montoro a los que no tenemos posibilidad de defraudar con esa alegría vital.
Y por si alguien piensa que escribo esto porque soy del Madrid, les diré que, al principio de esta Cabra, cuando estaba hablando de los líderes paternalistas que vienen al mundo a salvarnos, me estaba acordando de Florentino y de los socios del Madrid. Lo que no sé yo es cuándo ni cómo va a explotar ese gen de la libertad en el madridismo. Claro que a lo mejor lo que pasa es que, cuando se habla de fútbol, ese gen, el pobre, permanece dormido le hagan lo que le hagan.

¡MARCHANDO OTRA DE TONTÁS!

Como no estoy muy al tanto del articulismo patrio, y eso que soy bloguero, no sé si soy ya el decimoséptimo que escribe sobre el tema, pero una diputada de Izquierda Plural me hizo ver la semana pasada que lo de las tontadas no es exclusivo de los partidos que tocan gobierno. Ya dediqué una Cabra hace meses a las tontás que tanto practican nuestros partidos hegemónicos. No imaginaba que, tan pronto, iba a hacer otra hablando de partidos no tan fuertes.
Sucedió en la comisión de control parlamentario a RTVE. El presidente de la Corporación, Leopoldo González Echenique fue conminado por la diputada de Izquierda Plural, Laia Ortiz a rectificar y pedir disculpas por el tremendo error, el innombrable desprecio a la democracia, de haber denominado “Caudillo” a Franco en una información de un telediario. Cáspita. No sabía yo que el término Caudillo fuera laudatorio. O sea, que llamar Führer a Hitler o Duce a Mussolini, ¿es alabarles? Hombre, si hubiera añadido algún adjetivo apologético, vale, pero estoy seguro de que el periodista buscaba una manera de no repetirse llamándole todo el rato “Franco” o “el dictador”. En cualquier caso, me he entretenido en mirar lo que pone la RAE al buscar “Caudillo”, no fuera que la de IP tuviera razón y el panoli fuera yo. Y ahí en nuestro diccionario dice:
CAUDILLO: (del latín capitellus). m. 1.- Hombre que, como cabeza, guía y manda la gente de guerra. 2.- Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo. Salvo que la señorita Ortiz quiera criticar la tendencia machista de la RAE que habla de “hombre” (porque la palabra tiene sólo acepción masculina y no hay Caudillas), no entiendo su enojo. Es que estamos instalados en una estupidez de lo correcto que nos lleva a preguntas como la de esta diputada, que no me creo que no tenga nada mejor que hacer desde su escaño para arreglar el país. Lo peor de esto no es que haya una diputada que exija explicaciones y una disculpa. Es que va el presidente de RTVE y se las da. Y dice que van a estar muy atentos para que no se repita tal afrenta a la democracia. Es que me despiporro (por no decir que me descojono, que luego me regañan mi madre y mi esposa). Pero es esa manía de cogérsela con papel de fumar con determinados asuntos. Pasa con los musulmanes. Si uno oye el discurso de la izquierda parece que aquí en España los únicos cabrones de la Historia hemos sido los cristianos. Hemos aniquilado la cultura y la presencia de judíos y moros, de los indios americanos y de no sé quién más. Y claro gracias a esos estereotipos pues acaban saliendo concejales como el de Mijas que se oponía a denominar una avenida como “Del Descubrimiento” porque era imperialista, pero no le importaba que se llamara “Villa Romana”. Otro listo. Porque el problema no es que este señor no sepa Historia, que está por ver. El problema es que es practicante de la tontá y mezcla churras con merinas. Para gran parte de la izquierda española, por ejemplo, los árabes que vinieron a la península eran unos alegres muchachotes que sólo trajeron progreso y cultura al país. Y que nos condujeron al camino del Islam con joviales juegos florales sin derramamiento de sangre. Lo malo es que se lo creen y ponen como muestra de la bestialidad de los cristianos la barrabasada que se hizo en Córdoba con la catedral renacentista superpuesta a la Mezquita. Y yo estoy de acuerdo. Es para matar al que se cargó medio templo musulmán, pero es que se nos olvida algo sin mucha importancia; la Mezquita fue edificada sobre los muros de la antigua basílica visigoda. Pero eso da igual, claro, porque lo hicieron “los buenos”, y sus razones tendrían.
Pero las tontadas que me alteran los nervios, no sólo las hacen los políticos. Me van a permitir que termine con unos personajes que aparecen y desaparecen de nuestras vidas como el Guadiana; los ciudadanos indignados con lo que haga falta. Son esos que pitan a los reos en los juzgados o, como hemos visto en estos días en Santiago, a las personas que son detenidas y llevadas al lugar del crimen. Son aquellos que chillan: “¡¡¡¡hijoputaaaaa!!!!” o “¡¡¡¡Asesinoooooo!!!” aunque no sepan de qué va la vaina y ni conozcan a las víctimas de los presuntos delincuentes. Pero ellos están allí para ser testigos directos del drama; fedatarios de la remierda. En mi época de reportero de calle me chocaba comprobar que había gentes a las que te ibas encontrando una y otra vez en diferentes lugares; los reventas de los más diversos espectáculos, los gorrones de canapés de las inauguraciones oficiales y estos indignados. Yo recuerdo lo que me impresionó una señora a la que vi una vez chillando y llorando desconsolada a la puerta de la casa de un presunto asesino en un barrio de Madrid. Meses más tarde volví a cruzarme con esos ojos, esta vez no llorosos sino indignados. A la salida de un juzgado aquella mujer gritaba contra otro detenido. Cuando la reconocí me dirigí a ella y le pregunté por la casualidad de que tuviera relación personal con ambas víctimas. La señora me miró como dando por hecho que yo no me enteraba de nada. “Si yo no las conozco… Es la indignación del pueblo, hijo”, me dijo. Y allá se quedó soltando por su boca los más espantosos improperios. Tan feliz.
Por eso viendo a este tipo de ciudadanos, me alegro tanto de que hayan cambiado los tiempos y ya no se lleven los linchamientos ni las ejecuciones de reos en la Plaza pública. Porque creo que estos que hoy dejan que se inyecten en sangre sus ojos contra el malo, son los mismos que hace unos siglos disfrutaban viendo oscilar, pendiendo de la soga, el cuerpo sin vida de los ahorcados.