UNA CABRA URGENTE PARA RTVV

Acabo de ver, con el corazón encogido, las imágenes del momento del cierre de las emisiones de la radiotelevisión Valenciana. Decenas de trabajadores coreando diversos eslóganes e intentando esquivar lo inevitable; que la policía cumpliera con la orden judicial de apagar la emisión.
A mí como periodista y productor de televisión y como ciudadano, este cierre me provoca una mezcla de sentimientos y reflexiones que desgrano y escribo prácticamente mientras las voy pensando frente al ordenador.
Es un drama, primero, para los cientos de familias que se quedan sin un sueldo. Es una carga de angustia, además, para mil y pico trabajadores que se quedan en la calle en uno de los peores momentos que recuerdo para nuestra profesión. Es también una pérdida de talento y de esfuerzo de años para conseguir poner en pie una tele. Recuerdo la frase de Martín Ferrand que decía que los espectadores se ganan de uno en uno y se pierden de 1.000 en 1.000. Hoy RTVV ha perdido cientos de miles, quizás millones de espectadores y no parece que el cierre haya provocado (que yo sepa al menos) ni un solo indicio de dimisión de algún dirigente político que haya tenido que ver con este desenlace. Que alguno habrá. Digo yo.
No sé si las televisiones públicas tienen sentido. Seguro que es discutible. Pero si alguien considera que deben existir, lo normal es que se pongan las bases y los cimientos para que sean sostenibles. Y eso es lo que se les ha olvidado a la mayoría de los gestores de televisiones públicas que yo he conocido. Y, desde luego, a los numerosísimos políticos de todos los colores que han ejercido alguna responsabilidad sobre medios de titularidad pública. Llevo más de 25 años en esto y, según mi experiencia, por lo general, los medios públicos se han gestionado teniendo en la cabeza la triste frase de la ex-ministra Carmen Calvo. Aquello que se le escapó de que “el dinero público no es de nadie”. Lo jodido no es que una política diga esta frase, porque puede ser un desliz; una frase sacada de contexto. Lo jodido es que yo estoy seguro de que ese es el sentimiento que tienen todos los que llegan a este tipo de medios de comunicación colocados por su amiguete de turno. En los años que llevo trabajando he visto a televisiones públicas nacionales y autonómicas pagar cantidades astronómicas inexplicables e imposibles de amortizar por derechos deportivos y cinematográficos. He sabido de peleas por derechos en las que las teles públicas pagaban cifras desorbitadas para quitarle el contrato de una peli o de un evento a una cadena privada. Ese disparo con la pólvora del Rey era mirado con estupor en los mercados internacionales en los que los productores de otros países se reían de nosotros, con un punto de desprecio, por tener semejantes gestores de la cosa pública. Y así nos ha ido, claro.
A todo esto hay que sumar, aunque tenga seguramente un menor impacto en el desastre económico, el hecho cierto de que las televisiones públicas trabajan con unos convenios colectivos que impiden generar contenidos a precios de mercado. Si yo tuviera la estructura empresarial, salarial y de organización del trabajo de una tele pública mi empresa llevaría cerrada desde 6 meses después de nacer. Y de eso yo no sé si son conscientes los sindicatos y los propios trabajadores que, aferrados a convenios colectivos de otra época, convierten en insostenibles sus propios puestos de trabajo. Con esto no estoy culpando a los trabajadores de esta situación. Pero creo que sindicatos y trabajadores de medios públicos deberían hacer esta reflexión antes de que veamos alguna otra televisión echando el cierre y yéndose a negro con policías de por medio. Los que no parece que estén muy por la labor de reflexionar son nuestros políticos que siguen teniendo muy larga la mano a la hora de pegar tajos y hacer recortes. Y pegan sablazos mirándonos siempre a los ciudadanos como si fuéramos malos chicos y los culpables de la bancarrota sin darse cuenta de que son ellos los que con años y años de gestión descerebrada, han sido los principales responsables de este desastre.

NO PIDA TÉ, FRANCISCO

Espero que a Francisco no le den una tacita. Y que me disculpen los que creen a pies juntillas que Juan Pablo I murió como consecuencia de un infarto de miocardio. Confío en que al Papa Bergoglio no le suceda algo así. No sé cuánto hay de leyenda, pero distintos investigadores, historiadores y expertos en el Vaticano dan versiones diferentes sobre la causa de la muerte de Albino Luciani el día 28 de septiembre de 1978. Los hay que dicen que le inyectaron o le administraron una dosis mortal de un potente vasodilatador. Otros apuntan a que Juan Pablo I falleció como consecuencia de la ingesta de una taza de té o de café en la que alguien había echado algo más que un poco de azúcar. No lo sé, pero parece verosímil, teniendo en cuenta que el ánimo reformador de Juan Pablo I quería acabar con los privilegios y el enorme poder que en el Vaticano tenían determinados personajes y grupos de presión. Se habla de la mafia, de la Logia P2, de grupos ultraconservadores, del Instituto de Obras de Religión (el llamado Banco Vaticano), del Banco Ambrosiano…
Es un poco como el asesinato de Kennedy. Había tantos a los que Luciani estaba tocando las narices, que la supuesta tacita, en caso de existir, pudo venir desde diversos frentes. A Juan Pablo I le sustituyó Karol Wojtila, un Papa que, aunque lideró numerosas reformas, no pudo evitar que el Vaticano mantuviera un cierto olor a naftalina y a podrido que llegaba lejos. Y no sólo eso. Juan Pablo II fue un Papa muy vanguardista en algunos aspectos, pero enormemente regresivo en otros. Se rodeó de los movimientos del catolicismo más conservadores y durante su Papado ganaron una fuerza inusitada el Opus Dei, Los Legionarios de Cristo y Comunión y Liberación. Mientras, eran orilladas otras órdenes y congregaciones de un perfil más abierto como los Jesuitas. Durante años en Roma no se movía una silla sin que diera el plácet el Prelado del Opus Álvaro Portillo. Tres cuartos de lo mismo sucedió con los Legionarios de Cristo. Tuvieron que pasar años y decenas de denuncias para que el depravado Marcial Maciel fuera expulsado del paraíso por un Papa que lo defendió a muerte. Y durante años se taparon las vergüenzas de los curas pederastas consiguiendo, entre otras cosas, que haya acabado dando la sensación de que hay más curas pederastas que normales, cuando, gracias a Dios, los religiosos con esas mentes enfermas son una excepción dramática en un grupo de hombres y mujeres, en su mayoría, de conducta intachable y entregada a los demás. La cuestión es que, entre unas cosas y otras, durante años la imagen de la Iglesia Católica se fue tornando antipática, lejana y apolillada.
Digo todo esto porque, en estos días, el Papa Francisco ha publicado una “Exhortación Apostólica”. Es uno de los textos más claros, más positivos y más cargados del espíritu de Cristo de los que yo he leído procedentes del Vaticano. Nos pega un meneo a todos. A los creyentes y a los no creyentes. Francisco se convierte en una especie de olivarero dándole a los olivos con la vara cosa mala. Y se agradece el vareo.
Probablemente todos encontremos en el texto varias cosas con las que no estemos de acuerdo, pero creo que lo importante es el espíritu que nos transmite; la exigencia a los católicos de que seamos mejores. Nos pide alegría, claridad en el mensaje, tolerancia, alejarnos del consumismo y mirar a los que menos tienen; cercanía a los pobres y a los que sufren. Dice cosas como que “El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la Revolución de la Ternura”. Olé. Y no piensen que es un texto cargado de buenismo. Da bofetones de esos que te dejan pensando y exige a sus obispos, a los sacerdotes y a los feligreses un compromiso con el verdadero mensaje de Cristo. Reclama a sus evangelizadores “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena”. Y dice en las primeras páginas que “un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral”. Y me pregunto si muchas de esas frases no las habrá escrito pensando, es un poner, en Monseñor Rouco Varela.
Pues eso. Que Francisco se ha decidido a mover las ramas del árbol y parece que se aproxima una Iglesia nueva. O la misma Iglesia, pero con un mensaje distinto y, para mí, mejor. Espero que esta exhortación que nos anima a vivir nuestra fe con alegría, con optimismo y acercándonos de verdad al mensaje radical de Cristo, no la saltemos como una comba, ni la interpretemos cada uno a nuestra manera, con el botepronto ese que utilizan los niños para entender los mensajes básicos de la religión. Confío que no nos acabe pasando como a un primo de mi mujer que, cuando tenía siete años, en plena Semana Santa, se acercó a su madre angustiadísimo y le dijo: “¡¡Mamaaaá!! ¿Te acuerdas del niño Jesús que nació en Navidades?” Su madre le contestó que obviamente sí se acordaba y el niño lleno de zozobra le dijo: “¡¡Pues ya lo han matao!!”
Quizás estaría bien, por ejemplo, que se leyera la exhortación el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, al que tengo por buen cristiano. Si la hubiese leído estoy seguro de que anoche no se habría gastado la millonada que debieron costar las miles de caretas y decenas de pancartas que se hicieron para engordar aún más el ego de un grandísimo jugador de fútbol que, precisamente, fíjate tú, se llama Cristiano.

SER FAMOSO

Lamento ser así de directo y soez y quizás romper sueños infantiles de algún aspirante al Sálvame, pero ser famoso es un coñazo. Podría ponerme a buscar sinónimos y darles gusto a mi madre, a mi mujer y a mi tía Maravillas y decir que es un engorro, una lata, un fastidio, una pesadez o un tostón. Pero, mayormente, ser famoso es un coñazo.

Imagino que hay gente cuyo fin en la vida es ser célebre. Pero, cuando uno hace una carrera como es la de Periodismo, lo de que te puedas hacer famoso es una posibilidad, no un fin. Hombre, todos los que estudiamos periodismo tenemos un punto exhibicionista, vanidoso que hace que sintamos emoción, un cosquilleo, la primera vez que leemos nuestro nombre publicado o escuchamos a alguien darnos paso en una radio. Hay muchos de mis compañeros que lo niegan, pero casi todos los que nos dedicamos a esto tenemos un afán de protagonismo que no padece la mayoría de las personas normales.

COSAS BUENAS DE SER FAMOSO

Eso, como digo, no significa que uno estudie periodismo para hacerse famoso, pero es algo que va unido a nuestro negocio. Y reconozco que al principio es hasta divertido. Los primeros días en que te reconocen por la calle, los primeros autógrafos, las primeras veces que alguien te trata especialmente bien porque sales por la tele… Bueno de eso uno no se cansa; aunque hay que intentar no ceder ante las invitaciones para no echarlas de menos el día en que dejas de salir, porque se acaban gradualmente.

Mientras dura es estupendo y te proponen planes fantásticos, te regalan infinidad de cosas, te invitan a eventos en los que conoces a gente realmente interesante o te dicen que puedes irte con tu mujer y tus hijos gratis total a Eurodisney a cambio de hacerte una foto con Mickey Mouse. Yo, por suerte, tengo una mujer que odia el famoseo y siempre me ha dicho un NO rotundo cuando nos han propuesto cosas de estas. Y, de hecho, tenemos en casa setecientas fotos con Mickey, Goofy y hasta Chip y Chop, pero al viaje fuimos por nuestra cuenta y lo pagamos mi señora y yo con el dineral que ahorramos después de dejar de fumar.

NO TODOS LOS FAMOSOS SON LO MISMO

Pero a lo que voy, que me desparramo, es a que esa emoción inicial va pasando; que te reconozcan deja de ser divertido y pronto te das cuenta de que perteneces a un club nada exclusivo en el que hay mucha gente valiosísima y una ingente cantidad de petardos personales. Y me explico. Es famoso Matías Prats y lo es también Karmele Marchante, y no me negarán que la diferencia de solvencia y seriedad entre ambos periodistas es notable. Es célebre Arturo Pérez Reverte y lo es, a un nivel parecido, la reciente autora literaria Belén Esteban. Y es una estrella mundial Javier Bardem y no le va a la zaga, en reconocimiento social en España, Coto Matamoros.

Y en ese totum revolutum nadan las celebridades de este país y da pena cuando, en algún evento reciente he coincidido, y no voy a dar el nombre, con uno de los grandes literatos de España. No le pedía autógrafos ni Blasete, ni le hicieron fotos porque estaban periodistas y público mirando hacia la calle, como esperando el Santo Advenimiento. Yo me acerqué a darle algo de palique y, al cabo de unos minutos percibimos decenas de flashes destellando a nuestras espaldas. No era que hubiera llegado el Príncipe Felipe, ni Rafa Nadal o algún famoso que hubiera hecho algo glorioso por el país. Era que, en ese preciso instante, estaba haciendo su entrada Paquirrín.

OFERTAS RECHAZABLES

Y, vaya, no tengo nada en contra del muchacho, pero este mozo no es famoso, como sus hermanos mayores, por haber hecho algo en la vida, sino por sus andanzas genitales. Sin embargo es capaz de eclipsar con su llegada a otra celebridad que se ha ganado el reconocimiento con su talento.

Por eso me pasma que esté tan valorado socialmente el hecho de ser famoso y no entiendo que las personas que se dedican a crear nuevas celebridades o a recuperar famosos del pasado insistan tanto para que vayas a sus programas. A mí, desde que me fui de Antena 3 me han llamado para salir desde en el “Mira quien Baila” hasta en algunas de las islas, selvas o granjas en las que famosos en taparrabos intentan ganar un premio en metálico. Y lo malo no es que te llamen, que puedes hasta agradecerlo porque ofrecen buen dinero. Lo terrible es que, cuando les dices que muchas gracias, pero que no te ves ahí, te sueltan: “pero si a ti te viene bien salir, que llevas mucho fuera de la tele nacional”.

En fin. A ver cómo les explicas que tú eres feliz así, que ya no quieres ser más famoso de lo que eres y que, si algún día vuelves a estar en la tele nacional no quieres que sea porque te vea el país rascándote con una mano el escroto mientras con la otra intentas abrir un coco que se te resiste.

UNA AUTOESTIMA EXAGERADA

Pues eso, que, como decía al comienzo, lo de ser famoso acaba siendo un coñazo aunque, bien pensado, también te permite tomarte licencias que a la gente normal no se le toleran. Y un ejemplo reciente lo tenemos en Leo Messi. Hay que tener mucha autoestima para llevar a un acto público una americana como la que lució ayer cuando le entregaron en Barcelona la bota de oro de 2013. No sé si es que su estilista es altamente asesinable, o si, con lo de la multa de Hacienda, el pobre está pasando apurillos y se ha hecho la chaqueta en una modista, como en la postguerra, con unas cortinas robadas en la sala de un tanatorio.


P.D. 1 Quiero dedicarle esta Cabra a mi amiga Almudena, que está pasando un rato malo.
P.D. 2 Y todo mi ánimo para los demócratas venezolanos que sufren al Antofagasto Panocho de su país, Nicolás Maduro, cada vez más parecido a Adolf Hitler. Ayer, como Hitler en 1933, consiguió que el Parlamento de Venezuela le diera poderes absolutos para gobernar por decreto.

PETICIONES RARAS

Es lo bueno y lo malo que tiene Internet. Se me ocurren muchos motivos para pensar que es una de las mejores cosas que nos han pasado en los últimos años y otros cuantos para pensar que nos ha hecho la cusqui. Hombre, sucede con muchas cosas en la vida; que tienen el ying y el yang, lo blanco y lo negro, lo claro y lo oscuro. Decía Baura que nada es blanco o negro, que hay una gama de grises enorme, pero que hasta un jersey gris perla tiene en su reverso un gris más claro. Baura ni soñó con Internet pero es cierto que pocos inventos nos han cambiado tanto la vida a mejor, y pocos inventos, a la vez, nos han afectado a la intimidad y a las relaciones personales de una manera tan invasiva. Pocos avances nos han ayudado más a comunicarnos con los demás y pocos avances nos han conducido más al aislamiento con el que tienes a medio metro. Pocas veces una propuesta popular ha obtenido más éxito en menos tiempo, pero pocas veces también, el que quería hacer daño a otros ha tenido un altavoz tan enorme y tan poco riguroso como el de las redes sociales.
Digo esto porque hace unos días me sorprendió una petición que hizo un señor llamado Valero Rioja, a través una web de iniciativas populares, en la que el promotor se ciscaba, directamente, en el derecho de huelga. Imagino que todos estarán al tanto de la huelga de limpieza urbana que hay en la capital de España y de las burradas que están llevando a cabo diversos piquetes impidiendo que trabajen los servicios mínimos y esparciendo toneladas de basura por las calles. Ante estos desmanes, el ciudadano Rioja ha solicitado a las autoridades, a través de www.change.org, que intervenga el ejército para limpiar las calles y hacer el trabajo que no están haciendo los huelguistas.
A ver. Yo no estoy defendiendo a los cretinos que participan de manera violenta en los piquetes, ni a los que están destrozando papeleras y contenedores y esparciendo detritus por Madrid. Pero, oiga, sí defiendo el derecho de estos trabajadores a hacer su huelga y el de los piquetes informativos a informar a los que no siguen los paros. Lo malo, que hay que decirlo todo, es que estos piquetes informativos normalmente lo que hacen, más o menos y permítaseme la licencia, es decir: “te informo de que, si no haces huelga, te voy a calzar dos hostias, esquirol de mierda”. Y en estos días, algún sopapo han calzado los piquetes. Y ha habido actos vandálicos. Yo sí apoyaría, por ejemplo, una petición para que la policía actúe con firmeza contra los vándalos. No sé qué estúpidos prejuicios nos llevan a permitir que la gente en diferentes manifestaciones, celebraciones deportivas y jornadas de huelga haga el burro por nuestras ciudades sin sufrir ninguna consecuencia. En casos de estos, si actúa la policía y alguno se lleva una leche más alta que otra, pues se siente. Pero, si yo fuese ministro del Interior, ponía a la policía a ser inflexible y a identificar a todos los que rompan una papelera o vuelquen un contenedor y que caiga sobre ellos el peso de la ley. En estos días, por lo visto, se ha identificado a más de 200 vándalos y se ha detenido a una decena escasa. Pero no sé por qué me temo que, como sucede habitualmente, se van a ir de rositas y sin pagar lo que hayan roto, que es lo que impediría que, en el futuro, lo hicieran tan alegremente.
Claro que, bien pensado, también podría el ministro del Interior hablar con la Alcaldesa de Madrid y pedirle que pongan un poquito de buena voluntad para arreglar el asunto. Resulta que, en la última renovación de los contratos con las empresas concesionarias de limpieza, el ayuntamiento rebajó los precios en un 16% y dejó a cada empresa que se comiese su marrón correspondiente. Lógicamente, ante esta situación, las empresas han tenido que ajustar costes y ahí surge la posibilidad de los ERES y las protestas de los trabajadores. Pues en todo esto la Alcaldesa Ana Botella se está poniendo, medio de perfil, exigiendo a ambas partes que lleguen a un acuerdo como si ella no tuviera nada que ver ni con el origen de la huelga ni con el hecho cierto de que la inmundicia está invadiendo nuestras calles.
Mientras la Botella juega a hacer de Cleopatra en un friso, la petición del señor Rioja ha alcanzado las 30.000 firmas. Lo malo para él es que otra petición de los trabajadores de limpieza de Madrid pidiendo que se respete su derecho a la huelga le ha duplicado y van ya por las 66.000. Y, por cierto, ya que hablamos del poder de Internet, a ver si sacan un ratín, se pasan por www.bancodealimentos.es y, como les proponía la semana pasada, se apuntan como voluntarios a la recogida de alimentos de los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre. Necesitan 20.000 personas y, de momento, no llegan a las 10.000. Son 4 horas de nuestro tiempo para recoger comida y poder dársela a miles de familias que el otro día se preguntaron si a César Alierta le patinó alguna neurona cuando tuvo las santas criadillas de decir que se ha acabado la crisis.

EL BUEN CRISTIANO

Sé que me meto en un buen lío arrancando una columna de esta manera. Para empezar reconozco que no es un titular muy atractivo, aunque el papa Francisco esté consiguiendo que la Iglesia Católica, y el cristianismo en general, caigan algo mejor al vulgo patrio. Pero me van a permitir que hoy me ponga un poquito trascendente porque están pasando cosas que hacen que me remueva en mis fundamentos de cristiano de base. A ver, me explico. Yo no creo que, cristianamente hablando, sea un ejemplo de nada. De hecho, asumo que, si Rouco and friends analizaran mi modo de comportarme, probablemente llevarían al Vaticano mi expediente para una próxima excomunión. Porque todo depende del cristal con que se mire. Si le preguntas a uno del Opus qué es un buen cristiano, su definición tendrá poco que ver con la que haga, es un poner, un cura obrero de un arrabal de cualquier ciudad grande del mundo. Es muy difícil encontrar una definición homogénea de lo que es un buen cristiano. Pero creo que si, consideraciones morales al margen, yo tuviera que destacar dos de las principales aportaciones del cristianismo a la humanidad son el perdón y la misericordia. Es decir; la empatía con el que sufre. La capacidad de ponernos en el lugar del otro para perdonarle y para ayudarle aunque sea nuestro enemigo. Y son dos conceptos muy fáciles de expresar, pero jodidamente difíciles de aplicar en nuestro día a día. Por lo menos para mí.
Pero eso no quita para que me sorprendan algunas decisiones políticas en las que estoy seguro de que no ha habido ningún cristiano de verdad por medio. Y eso que se supone que en el PP debe haber más cristianos practicantes que en otras formaciones políticas. Por ejemplo la burrada esa de poner cuchillas en lo alto de la valla de Melilla para impedir el paso a los inmigrantes que buscan mejorar sus vidas al otro lado de la frontera. Yo no digo que no haya que establecer controles, pero coño, no me creo que no haya métodos mejores que provocarle heridas graves y dolorosísimas al que intenta saltar la alambrada.
A otro nivel, me ha sorprendido también la frialdad con la que el presidente de Valencia anunció que se cepillaba Canal Nou. Una sentencia anuló anteayer el ERE con el que habían echado a mil y pico trabajadores y, ante la imposibilidad de cumplir la sentencia, Alberto Fabra decide aniquilar la RTV. No entro en si son o no necesarias las teles públicas (yo creo que no), ni en si la estructura sindical y unos convenios colectivos excesivamente rígidos hacen insostenible el funcionamiento de una televisión pública (que me parece obvio), pero he echado en falta algo de misericordia en todo este proceso. ¿Se ha parado alguien a pensar si había otra solución antes de dejar a 1.700 familias en la calle? Parece que no y, de hecho, el consejo directivo de Canal Nou ha dimitido en desacuerdo con la decisión del Presidente Fabra y con la nota que se publicó al dar la noticia. Son dos ejemplos, pero hay infinidad de asuntos similares en los que los políticos a los que elegimos nosotros toman decisiones sin pensar en el sufrimiento que generan. Y yo creo que lo hacen todo a sabiendas de que nosotros, por pereza o por no mojarnos en exceso, preferimos mirar casi siempre hacia otro lado. Como tapándonos, los ojos, los oídos y la nariz.
Y es esa huida de la realidad la que hace, probablemente, que el otro día las dos noticias más vistas en la web de uno de los principales periódicos nacionales fuesen la del saludo de la Princesa Letizia a Belén Esteban en una fiesta y el anuncio de la custodia compartida para el hijo de Isabel Pantoja que ha sido papá y no ha aguantado con su señora ni dos telediarios. Pero es que la tercera eran unas declaraciones de la líder del PP en Catalunya que tuvo un hijo por lo civil y asegura que su churumbel tiene el mejor padre del mundo. Ya se puede caer el planeta, que nosotros estamos a lo que estamos. Como la gente del pueblo es sabia, eso se lo advirtió hace casi 70 años un ujier de un juzgado a mi tío José Luis que se estrenaba como juez en Coín. En su primer día de juicios en sala, mi tío le pidió que anunciara que era “Audiencia Pública”. El ujier voceó: “Audencia pública”. Mi tío le corrigió un par de veces y, cuando le iba a enmendar por tercera vez porque era incapaz de pronunciar “audiencia”, el ujier le dijo: “Mire zeñoría, zi da iguá. Aquí en no ziendo azunto de folleteo no viene ni Dió”. Pues eso, que ya se nos puede morir de hambre el vecindario que, si no hay morbillo, ni nos inmutamos. Así que, por si acaso, yo a mis lectores cabreros les animo a que miren un rato por el hambre del prójimo y se apunten a la iniciativa del banco español de alimentos. Se trata de participar los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre en una recogida masiva de alimentos. Necesitan miles de voluntarios y toda la información sobre la acción y sobre la ONG está en www.bancodealimentos.es. Si nos animamos y les echamos un cable seguramente no acabemos con el hambre en el mundo, pero algo haremos y sin duda, por lo menos, se nos va a quedar la conciencia un poco más tranquila.