PUES A MÍ ME GUSTA

No sé si conocen el chiste. Un estudiante de ciencias, que es vago y no muy listo, se presenta a un examen oral de química. Le muestran un bote con un líquido transparente y le piden que describa las propiedades del amoníaco. El muchacho, que no tiene ni idea, empieza a divagar diciendo: “Bueno; el amoníiiiacooo, es líquiiiidooo, es transpareeeenteeee… Ehhhh…. Y hueleeee muy bien.” Uno de los miembros del tribunal le pregunta: “Ah, ¿Huele muy bien?” y el muchacho se ratifica. El catedrático le pide que abra la botella y que inspire profundamente el aroma. Tras hacerlo, y con la voz y el gesto cortados por la intoxicación, el estudiante masculla: “Puesssh a mí, me gushhsta”.
Yo me acordé ayer de este chiste y del amoníaco al valorar el acuerdo al que llegaron PSOE y Ciudadanos para investir a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. A mí me gusta. Este acuerdo anunciado ayer, para mí tiene varias cosas buenas; ambos renuncian a determinados puntos de sus programas para poder llegar a un consenso y han elaborado un proyecto, todavía vago y lleno de incógnitas, pero es un pacto. Creo que un acuerdo de este estilo no pondría en peligro la estabilidad económica de España y estoy seguro de que transmitiría confianza a los que tienen que decidir dónde, cuándo y cuánto invierten en qué sitios. Y considero que es una lección para el resto de partidos, que siguen empeñados en poner líneas rojas o azules. Claro que también se le puede decir a Sánchez que retire esa línea roja que le impide sentarse a hablar con el partido que más votos obtuvo. Es lo único que me choca de todo el boato de ayer, que parecía que acababan de firmar los Pactos de la Moncloa; pero no estaba invitado a la merienda el PP. Y, lógicamente, esto conduce a que se les escape un pequeño detalle; que el resto de partidos les han hecho una peineta y ni PP, ni Podemos, ni Compromís, ni IU piensan apoyar o abstenerse en la votación. O sea que, a Pedro y a Albert, no les salen las cuentas.
A mí, de todo esto, lo que más me gusta es que Pablo Iglesias tenga el enorme mosqueo que tiene. No hay nada que más me alegre que ver a estos cansinos neo-comunistas lejos de la bancada azul del Congreso. Porque aunque ellos, y sus fans, sigan calificándose de social-demócratas de toda la vida, no hay más que echar la vista atrás un año y pico y flipar con las cosas que decían estos muchachos de nuestra democracia, de los métodos para cambiar las cosas y de lo que harían en el caso de llegar al gobierno. Lo curioso es que a ellos, que son maestros en el uso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías, se les olvide que hoy siempre hay una cámara que te está grabando. Y les molesta profundamente que se les recuerde que hace dos días estaban cagándose en la democracia, en la Constitución y animaban a los que les escuchaban en foros públicos a hacer política con armas, en la calle y echándole cojones.
Ya lo siento, majos. Es que está grabado. Y no entiendo que, cada vez que hago una crítica en este sentido, te salgan los que les apoyan diciendo que los de ahora son peores y dicen, literalmente: “prefiero probar con estos a seguir con la mierda que tenemos encima”. Y yo, en parte, estoy de acuerdo en calificar como mierdas a muchos de los que nos han gobernado en diferentes lugares en los últimos años, pero esas barrabasadas no hacen mejores a los que vienen con la hoz y el martillo escondidos bajo la chaqueta dando clases de democracia y tolerancia. Bueno; tolerancia con los que opinan como ellos porque, a los que pensamos diferente nos miran siempre con esa sonrisilla de superioridad dando por hecho, por supuesto, que somos unos fascistas que vivimos felices con gobiernos corruptos. Porque estos pesados de Podemos practican de continuo la política adolescente; a ver qué digo o a ver qué hago para que el facha de Papá se enfade y le den ganas de darme una leche. Lo malo es que hay que gobernar un país y eso no se consigue con ese supuesto gobierno de progreso que, para mí, sería un gobierno de regreso.
Hay que aprovechar la oportunidad que nos han dado las urnas y obligar a que los partidos mayoritarios, que no quieren convertir España en una República Bolivariana, se pongan de acuerdo. Ese primer paso de ayer a mí me parece que marca un camino así que confío en que inviten a la fiesta al PP y, del modo que sea, alcancen un acuerdo los de la nueva política, representados por Ciudadanos, y PP y PSOE representando a los de La Casta. Cualquier cosa, por Dios, menos ver sentados en los bancos del gobierno a los de Podemos, que son, indudablemente, La Plasta.