ESPAÑA CAGA

Cuidado. Que no estoy diciendo que “España la caga”, ni que “España se caga”. Que quizás podría. Simplemente constato un hecho evidente; el maldito coronavirus este no ha hecho que se acaben el azúcar, las harinas o el aceite (que andan escasos). Lo que ha desaparecido fulminantemente de las estanterías es, sobre todo, el papel higiénico.

Ayer por la tarde fui al Mercadona a buscar algunas cosas que hacían falta para mi casa y para mi oficina. Tenía que comprar unos rollos de papel para los baños que usamos todo el equipo y no encontré ni uno. Visto el éxito y flipando con el arrasamiento parcial de productos, me lo tomé ya como experimento y visité tres supermercados. En todos sucedió lo mismo; el papel higiénico estaba agotado y no se esperaban nuevas existencias hasta mañana viernes por la mañana. O sea, que podemos sacar una primera evidencia de toda esta crisis y es que España caga. Y caga muchísimo.

CONSEJOS POR WASSAP

Qué mala es la histeria. Y qué caldo de cultivo para el pánico son las redes sociales y los grupos de wassap. En los últimos días he debido recibir 50 audios, enlaces, vídeos distintos en los que aparecían expertos de la Universidad de Watchanderscoopers, de Minnesota, la famosa epidemióloga del Central Hospital de Leeds, Lisa Stanfield, o el eminente virólogo de la Universidad de Murcia, Manuel Gómez.

Todos ellos dando consejos supuestamente fetén para luchar contra el virus y para contener la epidemia. Y algunos, como un audio que recibí anoche, haciendo cachondeo, precisamente, de esos consejos médicos difundidos por las redes sin que sepamos si el que habla es una eminencia o un soplapollas de tres al cuarto con ganas de protagonismo. Y lo malo es que se mezclan las tontadas con consejos realmente eficaces y uno ya no sabe qué es creíble y qué no.

DECISIONES DIFÍCILES

Qué jodido está siendo esto del coronavirus. Porque es cierto que hemos ido con retraso y que, por ejemplo, se podían haber ahorrado la manifa del 8-M en Madrid. Y más que la manifa, las gilideclaraciones que se hicieron para justificar que se autorizasen las movilizaciones. Pero no debe ser fácil ir tomando decisiones que, como la suspensión de Las Fallas, van a provocar pérdidas millonarias a muchas empresas y el cierre definitivo de numerosos negocios.

Lo que ocurre es que no se entienden algunas cosas. Y pongo como ejemplo a los jóvenes españoles. Desde ayer están suspendidas las clases en la Universidad. Y se supone que es una medida que busca eliminar las concentraciones de personas en lugares cerrados. Pero nadie se acuerda de los bares y las discotecas. Y no están en clase, pero estoy seguro de que miles de ellos llevan dos noches seguidas saliendo con los amigotes, abrazándose y, muy probablemente, compartiendo vasos, minis y botellas con una alegría tan contagiosa como el puto virus que nos ocupa.

¿CERRAMOS LOS BARES Y DISCOTECAS?

No quiero que se me eche encima el gremio hostelero (ni la juventud patria), pero no tiene sentido que se hagan partidos a puerta cerrada y se prohíban las concentraciones de más de 1.000 personas, pero nuestros hijos (y numerosos adultos) estén alegremente tomando copas sin poner ninguna medida de precaución que les proteja.

Tengo la sensación de que vamos como a golpes y que nos estamos empezando a tomar en serio algunas de las indicaciones, pero otras no. Porque nos parecen chorras. Nosotros ayer en mi empresa tuvimos que decidir partir los horarios de la gente. Es muy difícil hacer teletrabajo en la televisión y la única manera de poder luchar contra el virus es separarnos y que, en vez de estar 22 a la vez en la redacción y en las salas de edición, estén la mitad. Pero, después de tomar estas medidas de precaución, yo mismo me fui a tres Mercadonas que no puedo decir que estuvieran precisamente vacíos.

PONGAMOS HUMOR EN LA MERDÉ

En fin, que la cosa está jodida y que tiene pinta de que va a ir a peor, así que tomémoslo en serio y seamos prudentes. Pero no perdamos el sentido del humor, que es lo que proponía ayer en su muro de Facebook mi amiga Rebeca Argudo. Rebeca es, para mí, una de las articulistas más finas del periodismo español y la cabrona, no solo es que escriba bien, es que, además, tiene gracia.

Ayer publicaba: “¿Os imagináis que morimos todos por el coronavirus y que cuando vuelvan los de Supervivientes son los únicos idem y a partir de ellos se repuebla España? Menudo papelón”. Y, mientras me reía pensando en los pseudofamosos de “Supervivientes”, me acordé, no sé por qué, de una vez que me invitaron a un evento en Alicante. Había que pasar allí la noche de un sábado y nos llevaban y traían en avión a un grupo de presuntas celebrities.

COMPARTIR FÉRETRO SIN QUERERLO

A mí la verdad es que no me apetecía un pimiento ir, pero me lo estaba pidiendo una amiga. No sé si para animarme o qué, la pobre me dio la lista de los famosos que iban a ir en el mismo vuelo que yo. Había algunos que eran gente normal, pero 5 ó 6 eran de esos denominados frikis. Mi cerebro (que a veces va a velocidades escandalosas por lo lento o por lo rápido) empezó a imaginar cosas a toda leche y, vayan ustedes a saber por qué, pensé en que tuviéramos un accidente aéreo.

Y me imaginé muriendo con semejantes compañeros de viaje y, mentalmente, tomé la decisión de no ir. Mi amiga se mosqueó conmigo porque no comprendió mi negativa. Pero seguro que entenderán que no le confesara que no iba porque no tenía ninguna gana de que, tras el siniestro, se mezclaran los restos y yo acabara compartiendo eternidad, por ejemplo, con un pie de Leonardo Dantés.