LA FUNCIONARIA

No tengo por costumbre defender a los funcionarios. La verdad. Y me da pena, porque tengo mucha familia y buenos amigos en la Función Pública. Pero creo que el tener un empleo fijo y una seguridad laboral absoluta puede hacer que uno se amojame. Por otro lado, las empresas públicas, en general, tienen convenios colectivos que resultarían absolutamente insostenibles para cualquier empresa privada. Y así nos va. No estoy diciendo que la culpa del déficit del estado y las autonomías sea de los funcionarios, pero es evidente que un sector público tan absurdamente gordo y tan mal gestionado como el nuestro, no se sostiene. Uno de los problemas es que, además, con esos convenios, es fácil que gente algo laxa acabe abusando del hecho cierto de que, siendo empleado público, tienes poco menos que matar a tu jefe para conseguir que te echen. Y en ese agua tibia del empleo público nadan gentes escaqueadas y personas ejemplares como la mujer de la que voy a hablar.
Imagino que varios de ustedes habrán tenido la desgracia de tener que pasar por la experiencia del cáncer de un familiar. Yo, en concreto, viví hace dos años la dureza del cáncer de laringe de mi padre. Tras meses de tratamiento para intentar acabar con el tumor, hubo que hacerle una laringectomía. Cuando llevaba casi un año intentando adaptarse a su nueva vida, regresó el cáncer en forma de diversas metástasis hasta que no quedó más remedio que ingresarle en La Paz para intentar reducir sus intensísimos dolores. En los primeros días todo fueron pruebas hasta que los médicos nos dieron la noticia más terrible; lo de mi padre era incurable y sólo cabía esperar unos días, quizás semanas, y que no sufriera demasiado.
Lo subieron a la planta 14. Era una planta en la que había enfermos con esperanza de curación, pacientes ya prácticamente diciéndole adiós al cáncer y al hospital y personas, como mi padre, que estaban intentando sortear el dolor y despedirse de su familia lo más serenamente posible. No era una planta alegre y se me sigue poniendo un nudo en el estómago cuando recuerdo los veinte pasos que había desde el distribuidor de los ascensores hasta la habitación de mi padre; la 1411. Eran veinte metros escasos en los que ibas saludando a familiares que te decían con un gesto cómo había ido la noche, o la mañana o si un rato antes les habían dado una noticia buena. O una mala. Y en ese ambiente duro, intenso, había un grupo de trabajadores que lidiaba con tantas emociones tratando de hacer su labor de la mejor manera posible. Y entre todos ellos, sobresalía un ángel. Una enfermera de veintitantos años llamada Beatriz Villa.
Nosotros somos 7 hermanos. Y somos gente bulliciosa. Junto a nuestra madre hicimos lo posible durante aquellos días para que la habitación 1411 fuera, dentro de lo que cabe, un lugar feliz. Mi padre era un hombre que vivía contento y yo creo que le habría demolido, más que la enfermedad y el dolor, ver a su familia constantemente con cara de pena. Por eso intentamos que en la habitación se notara lo menos posible que todos estábamos tristes y que aquel era un lugar del que nuestro padre no iba a salir con vida. No puedo decir que la habitación fuera una fiesta. Pero hasta nos reíamos. Y a crear aquel ambiente contribuyeron tremendamente las personas que trataron a mi padre y, muy especialmente, la funcionaria Beatriz. Hubo muchos detalles de aquella mujer que aún hoy me emocionan. Por ejemplo, una de las últimas noches de mi padre. Estaba retorciéndose de dolor y, a las 4 de la mañana, no conseguían dar con la tecla para calmarle. A eso de las 4 y cuarto, entró Beatriz en la habitación y le puso una dosis de analgésicos para ver si lo lograba. Yo estaba sujetando la mano derecha de mi padre y ella hizo lo mismo con la izquierda. Y allí estuvo conmigo durante una hora y cuarto acariciando la mano de mi padre hasta que, por fin, logró quedarse dormido.
Dos días más tarde, en su penúltima noche, de nuevo me tocó a mí la guardia y de nuevo le tocó el turno de madrugada a Beatriz. A eso de las 12 mi padre, que ya tenía pocos ratos de consciencia, estaba consiguiendo tranquilizarse, cuando entró en la habitación la funcionaria. Mi padre la saludó con una sonrisa y un movimiento leve de cejas. Y se llevó la mano a la mejilla mirándome primero a mí y luego a ella. Beatriz me preguntó: “¿Qué quiere?” y yo le dije: ”Creo que un beso”. Y la funcionaria se lo dio. Y yo recordaré toda mi vida a aquella mujer, su dedicación amorosa a su trabajo, su vocación admirable y aquel beso.
Sé que en la función pública, como en cualquier sitio, habrá de todo y que, junto a personas como Beatriz, habrá muchos vagos y mal encarados que hagan su trabajo como quien fríe un huevo con desgana. Pero en estos días de tanto debate sobre la Sanidad Pública, sobre los privilegios de los funcionarios y de tantas miradas de sospecha sobre los que tienen un sueldo público, me apetecía contarlo. La humanidad de una mujer que ayudó a que mi familia viviera con menos angustia aquellos días de enero de hace dos años en los que le dijimos adiós a mi padre.

26 comentarios en “LA FUNCIONARIA

  1. Pues Beatriz, estas navidades, se ha quedado sin paga extra, y yo estoy convencida de que no es una medida económica para salvar el país sino para que se queden un poco más tranquilos los que piensan que «el tener un empleo fijo y una seguridad laboral absoluta puede hacer que uno se amojame. Por otro lado, las empresas públicas, en general, tienen convenios colectivos que resultarían absolutamente insostenibles para cualquier empresa privada. Y así nos va. No estoy diciendo que la culpa del déficit del estado y las autonomías sea de los funcionarios, pero es evidente que un sector público tan absurdamente gordo y tan mal gestionado como el nuestro, no se sostiene. Uno de los problemas es que, además, con esos convenios, es fácil que gente algo laxa acabe abusando del hecho cierto de que, siendo empleado público, tienes poco menos que matar a tu jefe para conseguir que te echen» …y cosas parecidas…
    Carlos, me gustan mucho tus cabras, que lo sepas, ¡ya estoy enganchada!
    Un abrazo,

    Ligia

    • Gracias Ligia por leer, comentar y por declararte enganchada. Yo también pienso que muchas de las medidas que se están tomando son brindis al sol y que ahorraríamos más reduciendo el número de políticos sin ninguna preparación que gestionan nuestro dinero con irresponsabilidad temeraria. Y no me hace estar más tranquilo el hecho de que metan mano en el sueldo de los funcionarios. Pero eso no quita para que yo crea, sinceramente, que los convenios colectivos de las empresas públicas que he conocido son insostenibles para una empresa privada. Y creo también que el tener una estabilidad laboral absoluta puede hacer que mucha gente se amojame. ¿Que hay muchísimos funcionarios que hacen su trabajo bien? Indudablemente. El problema es que al que hace su trabajo mal o al que directamente ni lo hace, no hay manera de meterle mano. Y eso a mí me parece un problemón. Un abrazo.

      • Totalmente de acuerdo; mi intención ha sido resaltar una injusticia que se ha cometido y que mucha gente no percibe como tal injusticia, en parte porque domina el discurso sobre el funcionario irresponsable. Creo que hay que evitar las generalizaciones que ya son cotidianas: los inmigrantes acaparan los servicios, los curas son pederastas, los periodistas unos manipuladores, …y los funcionarios unos vagos (salvo contadas excepciones). Hay muchas más «beatrices» de las que podamos imaginar; mi padre, que también se fué una Navidad hace ya más de 20 años, llevaba cada navidad regalos a las enfermeras de la UCI que le habían cuidado años antes, en su primer y devastador infarto.
        Un abrazo!!
        Ligia

  2. Gracias a Dios hay mucha gente como Beatríz, el lo que sigue moviendo este mundo cada día más individualista.
    Me conmueve especialmente porque mi hija es enfermera, tiene 24 años y me ha contado situaciones similares. Creo que el trabajo de enfermería es para gente especial, pues es absolutamente vocacional, imperando las ganas de ayudar y de curar al paciente, dándole un afecto y una candidez que seguramente escapa a sus atribuciones laborales.
    Mi aplauso a Beatríz y a todo el gremio de enfermería.
    1 abrazo,

  3. Directo al «cuore», Carlos. Mientras me seco las lágrimas, te diré que tu tío homónimo hizo famosa a «la funcionaria» por «Graná». Quizá era ella también la que facilitaba las visitas que, según creo están muy controladas en La Paz, incluso con códigos «secretos» en las puertas de acceso a las plantas, ¿no es así?. Te honra recordarla y felicitarnos el año con esta Cabra tan tan personal. Te lo agradezco por doble motivo: reconforta siempre que nos recuerden que hay gente profesional, y buena, y, de otra parte, es agradable que, de vez en cuando, los sanitarios oigamos algo motivante de quienes no sois del gremio. Perdonad si peco de corporativista, pero, sin querer ser quejica (pues no olvido que hay muchos colectivos especialmente castigados con la crisis), el de los que trabajamos en la sanidad pública, encima de estar atosigados, solemos estar mal vistos. Sigue pareciéndole a muchos que lo nuestro, por aquello de la vocación, debe ser como el sacerdocio, por lo que se presupone que tenemos menos derecho que otros a protestar por nuestras condiciones laborales. Hay muchas «Beatriz» que siguen cogiendo la mano de sus pacientes, a pesar de soportar años de contratos de uno ó dos días de duración,ó con suerte, de un mes; noches y festivos a precio de «saldo», ó de ver como los sistemas de promoción establecidos, premian al «trepa» y se saltan las bolsas de empleo basadas en una puntuación más o menos objetiva. Y son funcionarias. También hay quienes tras unos primeros años con «estilo Beatriz» terminan desmotivándose y convirtiéndose en los «laxos» a los que alude la Cabra. Que en 2013 sepamos reconocer a las «Beatriz» que el destino nos ponga por delante. Besico

    • Gracias María. Ya sé que hay mucha gente buena y muchas Beatrices. Y también que hay muchas ex-Beatrices que han acabado quemadas. Yo también espero que en 2013 sepamos ver a esa buena gente cuando nos crucemos con ellos. Beso para ti y para los demás granaínos.

  4. Joder Carlitos, qué bonito y qué triste. Vaya mierda de navidades aquellas que se llevaron a nuestros padres. But the show must go on y menos mal que hay miles de personas como esa Beatriz, especialmente en el gremio de las enfermeras y los celadores. Ojalá nos vayan contagiando un poco a todos porque esa es la única vía para salir de este atolladero. Un abrazo grande.

  5. Carlos, qué bonito! No hay mejor gente que la que hace su trabajo con amor, en el sector publico y en el privado. Ojala todos nos pudieramos encontrar con personas asi en momentos difíciles. Un abrazo

    • Gracias Sylvia. Como dicen muchos de los que han hecho comentarios, al final te acabas encontrando con muchas personas que hacen su trabajo con verdadera vocación. Gracias por leer y comentar. Un abrazo.

  6. Me has emocionado. Pienso que son bastantes los profesionales que con mucha frecuencia dan muestras de su sensibilidad y humanidad y, en estos momentos tan complicados de la vida en nuestro país, es bueno y necesario resaltar su labor y en este caso la que ayudó en su enfermedad y últimos días a Javier, tu padre, y a todos vosotros. Ella también se habrá emocionado al leerte. Yo aprovecho aquí para dar las gracias a otro profesional de La Paz que me acompañó, tranquilizó y ayudó con gran delicadeza en una prueba que me hicieron recientemente en ese hospital y que me producía un alto nivel de angustia. Al terminar fuí yo la que le dije «no cambies nunca, ¿puedo darte un beso?». Otro para tí.

    • Gracias Maricruz. Lo bueno de esto es que al final salen un montón de Beatrices que están por ahí repartidas. Aunque a veces nos topemos con gente muy pedorra, ver personas como estas te hace ver las cosas diferentes. Un beso.

  7. …Y tampoco conviene olvidar que con todo lo teóricamente «gordo» que es nuestro funcionariado y toda las pegas que sabemos que tiene, el déficit público de España era de los mas bajos de Europa hasta que nuestros banqueros alemanes les bajaron los pantalones a nuestros banqueros españoles que aprovecharon que nuestros bienamados «políticos» ya los tenían bajados y nos metieron por el fundamento las deudas provocadas por la codicia de todos ellos…
    Y como buenos ciudadanos que somos nosotros, le sacrificamos al nuevo dios de los cambios estructurales del que estos chorizos son sacerdotes, nuestros pantalones, nuestro dinero, nuestra educación y nuestra salud. Y por supuesto, la cabeza de Beatriz aplastada a pedradas sobre su altar de actos de fe. Por mucho que ya hasta el economista jefe del FMI publique un artículo diciendo que se han colao y que si seguimos por esta senda acabamos en el medievo al esta inquisición del SXXI pretende mandarnos…

    • Gracias Juanpe por leer y por comentar con tanta claridad y contundencia. Estoy totalmente de acuerdo contigo, aunque yo creo que, si se puede sacar algo bueno de esta locura de recortes, es que se gestionen con más cabeza nuestros dineros. El problema es que pedirle cabeza a esta gente es un poco absurdo; porque los que están gestionando los recortes son casi los mismos que nos llevaron al hoyo. Ha cambiado el gobierno de España, pero siguen los mismos, por ejemplo, en Andalucía y Valencia que son, probablemente, dos de las comunidades en las que más cantidad de dinero público se ha tirado absurdamente a la basura o a bolsillos inadecuados. Un abrazo.

  8. ‘Algo’ conozco a Beatriz, por llevar ella mi apellido. Quiero homenajearla públicamente hoy, por lo mal que lo estaba pasando hasta hoy, digamos que por temas contractuales. Rompo una lanza por ella, y por las decenas de miles de funcionarios (sanitarios, profesores, personal de seguridad…) que abnegada y silenciosamente cumplen a diario, no solo con su deber, sino que muchas veces lo sobrepasan. Les (nos) recompensa sobradamente recibir comentarios como el de Carlos, porque con la nómina aseguro que no se pagan los muchos desaires, sinsabores, disgustos, reclamaciones, denuncias arbitrarias… que ellos reciben, pese a su ilimitada e impagable entrega profesional y humana. Lloré al leerte tu humano y agradecido elogio, Carlos, pero te lo agradezco, ¡no sabes bien cúanto!, porque ese llanto de emoción es un llanto catártico, que saca de dentro mucho dolor acumulado, y por esa labor, ese llanto es hasta necesario. Sé bien lo que Beatriz se ha emocionado con tu artículo, así como con otras muchas muestras de humanidad de sus pacientes y familiares, que le han compensado con creces los improperios de otros ¿seres? humanos. En esto, pasa como con tantas cosas: miles de funcionarios, son ejemplares, y unos pocos desprestigian al colectivo; y millones de pacientes son maravillosos, pero unos pocos de ellos se ensañan con la profesión médica, que era el objeto de tu comentario. Gracias y un muy cordial saludo.

    • Gracias Fernando. Pues no sabe cómo me alegro de que esas pequeñas partes malas de todo esto no se cruzaran entre Beatriz y mi padre. Y me alegro mucho sobre todo de que un escrito como este le haya hecho bien. Imagino que es usted familia de Beatriz. Enhorabuena, que algo habrá tenido que ver en que sea como es. Un abrazo.

  9. Carlos, se lo debías hacer llegar a Beatriz. Quizá hasta llore, pero se sentirá llena. Por muy duro q sea creo q tienes suerte de haber tenido un padre al q has querido así.
    En cuanto a los funcionarios, q quieres q te diga. Yo lo he sido y me he sentido muy querida y muy reconocida. No por la sociedad, pero sí por quién me interesaba. Y creo q una profesión vocacional puede ejercer un bien inmenso en los demás.
    Un beso Carlos. Y enhorabuena por ser así. Bss

    • Gracias Cuca. Beatriz lo leyó y me mandó un email dando las gracias. Y tienes toda la razón; en este tipo de profesiones destacan de una manera admirable la personas especiales. Besos y gracias por leerme y comentar.

  10. ¡Enhorabuena, Carlos! Creo que es justo y merecido el reconocimiento a Beatriz y a cuantos como ella hay por ahí trabajando, al servicio de todos, con el sueldo recortado, sin paga extra, y, encima, con la mala fama de ser «funcionarios». He conocido funcionarios admirables. Entre otros muchos, sin ir más lejos, mi padre – q.e.p.d.-. Entre el personal sanitario, a mí, por desgracia, me tocó despedir a mi padre con el personal más frío e inhumano que había por allí cerca (no era un hospital público). Pero sé que hay médicos con corazón – y quiero imaginar que hay muchos -, que aún no han convertido la bata blanca en una coraza. Necesitamos gente así para seguir creyendo que no todo está perdido, que muchos se toman su trabajo en serio y lo ejercen dignamente, aún en las más dolorosas circunstancias, como una vocación casi sagrada. Y que el ser humano es capaz de dar amor a diestro y siniestro y de aliviar el sufrimiento ajeno con un beso. Gracias por esta reflexión que compartes con nosotros. Desde Granada, Justi.

    • Muchas gracias Justi. Tienes razón ;lo de esta chica era espectacular, pero ya sé que hay muchas Beatrices por ahí trabajando. Ya siento que tu padre no tuviera en el hospital la suerte que tuvo el mío. Nosotros desde luego encontramos a una de esas personas que, como dices, ayudan a aliviar el sufrimiento ajeno. Y eso no se paga con dinero. Un beso para ti y para Granada.

  11. Carlos, me ha encantado la historia y ha sido una manera ejemplar de recordar a tu padre. Yo le recuerdo siempre alegre y dicharachero. Creo que hay una imprecisión en tus reflexiones: por lo que yo sé, el 99% de las enfermeras, del ámbito público o privado, son sólo eso, enfermeras. Y es de tal grado su vocación y compromiso, que no deberíamos categorizarlas como nada más. Y encima, es verdad, en algunas aparece la dulzura. Y para un enfermo, eso es definitivo. Un abrazo

    • Gracias Javier. Qué alegría saber de ti!! No sé muy bien a qué te refieres con lo de categorizar, pero estoy de acuerdo en que, en general, son gente vocacional admirable. Un abrazo y gracias por leerme y comentar.

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