LOS FALTONES

Es curiosa la impunidad que suelen tener en España los faltones de izquierdas. Mucha más que los faltones de derecha, que también hay unos pocos. Dice un totalitario de izquierdas como Willy Toledo que ojalá se muera el Rey y no le pasa nada. Vamos, dice algo similar sobre un tótem de la izquierda uno de derechas y tiene convocadas al día siguiente 25 manifestaciones y varias denuncias en los juzgados. Y esto es quizás porque, desde hace muchos años, en España, aquellos que se dicen de izquierdas se atribuyen una altura moral que, los que no opinamos exactamente como ellos, no tenemos. Es más, si en alguna cosa se te ocurre contradecirles con una cierta vehemencia, te conviertes en un fascista al que hay que retirarle cualquier derecho civil. Porque, nadie sabe por qué, otra de las cosas que se atribuyen estos izquierdistas totalitarios es la capacidad de repartir carnés de demócratas.
El problema es que esto viene de lejos. Una dictadura de derechas interminable, un Rey que fue nombrado sucesor por el dictador que murió de viejo, una democracia que surgió tutelada por los mismos que estuvieron sujetando la dictadura… Todas estas cosas ciertas han dado munición a los que insisten en quitarle legitimidad al régimen democrático en el que hoy convivimos. ¿Que tiene fallos? Claro que sí. Pero esta Constitución salió adelante con un 88 por ciento de votos afirmativos. Mira que intento entender algo del tal Willy Toledo; pero ¿Nosotros no somos, como dice, una democracia de verdad? Puede que no, claro, si el modelo de democracia para este progre de carril es Cuba y, en un rango inferior, Venezuela. Lo malo es que Willy Toledo es la punta de un iceberg en el que se esconden muchos que opinan como él pero no sacan los pies del tiesto con tanta frecuencia. Y yo creo que es porque llevamos demasiados años de repeticiones de clichés que se han acabado convirtiendo en una supuesta verdad absoluta.
Por ejemplo, si uno ve la mayoría de las películas del cine español parece que la II República fue un espacio de cordialidad, de paz social, de armonía ciudadana que fue rota por los hijosputa de los fascistas. Es que no hay una peli (o, si la hay, yo no la he visto) en la que aparezca un republicano que sea un canalla. En cambio canallas de derechas aparecen por doquier. Y eso acaba formando una opinión que tiene un peso tremendo en nuestra sociedad y según la cual, por ejemplo, ser republicano es ser de izquierdas, tolerante y pacifista, que es una bobada solemne.
Yo creo que la transición no acabará hasta que seamos capaces de hacer una película sobre nuestra guerra en la que se vea que, verdaderamente, aquello fue una burrada en la que hubo un número de hideputas análogo en uno y otro bando. Es que una guerra civil es un festival de la maldad. Y en España nos tiramos décadas preparando la guerra, 3 años matándonos unos a otros y otros cuarenta con una dictadura que tuvo jodida a la media España que perdió la contienda.
No sé qué extraña luz nos abrió los ojos en los años de la transición para que, por un tiempo, dejáramos de lado el odio y el rencor y fuéramos capaces de hacer una Constitución para convivir. Aunque al actor le parezca que estamos fatal. Pero es que hablamos de un personaje que, como mucha gente de izquierdas, piensa que fascismo, nazismo y comunismo no son casi lo mismo; séase, pensamiento único totalitario. ¿Hay algo más totalitario que la falta de respeto constante de este Willy por el que no opina como él? Si uno lee a conciencia los fundamentos de estas ideologías extremas, sus manuales de control de la masa y de aplicación de la propaganda, se da cuenta de que son, en muchos aspectos, un calco. A Toledo, Stalin le parece mejor que Hitler, cuando el líder soviético fue un asesino de dimensiones cósmicas con un número de no afines masacrados bastante similar al del psicópata alemán. ¿En un campeonato de hijoputismo ganaría uno al otro? No. Yo creo que empatarían.
Tenemos muchos problemas actualmente en España. Y uno de ellos es la tendencia a la trinchera y a tirar de rencor de algunos personajes. Yo sigo confiando en que lleguemos a un punto en que tengamos unos políticos de los que podamos sentirnos orgullosos. Estoy seguro de que nuestros hijos lograrán convivir mejor con los que no piensan como ellos y confío ciertamente en que para cuando ellos sean adultos haya menos gente en España con tanto rencor como Willy Toledo. Porque, no sé por qué me da que, si hubiera vivido en el 36, el muy democrático actor habría sido de aquellos que, en uno y otro bando, iban pegando tiros en la nuca por las cunetas.