EL TONTO OPTIMISTA

“Un pesimista es un optimista bien informado”. Me parece una de las frases más gilipollas del catálogo de las frases tontas de la humanidad. No. Un pesimista es un tío que cree que siempre que algo puede salir mal, va a salir mal. A mí eso no me parece negativo en sí mismo. Allá cada cual con sus úlceras. Lo malo es que, no sé por qué, los pesimistas suelen ser tíos expansivos que se sienten en la obligación de compartir con todos los demás sus mensajes desoladores.

Y, del mismo modo que las espirales positivas son muy contagiosas, lo son mucho más las espirales negativas y, en un equipo que está arrancando algo con un entorno peligroso o incierto, un pesimista es un terrible compañero de viaje.

ZP; EL GRAN OPTIMISTA

Es una de las peores aportaciones de ZP a la historia anímica de España. Nos tuvo que tocar que el último gran optimista de nuestra historia haya sido, a la vez, uno de los tíos más tontones de nuestra democracia. De este modo, el optimismo de ZP, ese buenismo acompañado de cara de dibujo animado, esa negación de lo evidente, ha hecho que los optimistas hayamos caído en desgracia y ahora se nos mire con suficiencia.

Y, hombre, uno puede superar las miradas por encima del hombro cuando, ante una adversidad, dices a botepronto: “tranquilos, que lo vamos a hacer bien”. Lo que llevo fatal es que quien dude del final feliz parta de la base de que, en el fondo, no es muy de fiar nuestro comentario porque, ya se sabe que los optimistas no somos excesivamente inteligentes.

NI TONTOS NI INCONSCIENTES

Pero es que yo me pregunto con frecuencia: ¿para qué sirve el pesimismo? Mis amigos los no optimistas, cuando digo esto, me contestan con altivez asegurando que, cuando uno es pesimista, se anticipa a los problemas y es capaz de ver los peligros con los que se va a encontrar en el camino. Y estamos con lo de siempre. Yo estoy hablando de ser optimista. No de ser tontolculo. O sea.

Yo, cuando acometo un proyecto, no es que no vea los peligros, ni los problemas. Es que, una vez vistos, no les dedico ni un minuto más de mi tiempo. Todos esos minutos y horas, se las dedico a buscar la manera de sortearlos, con el convencimiento de que, al final, lo vamos a conseguir y vamos a llegar al objetivo deseado. Para mí no hay nada peor en un equipo que el cenizo. El que lo ve todo negro. El que siempre observa que el vaso está medio vacío.

CENIZOS, FUERA

Esa gente es tóxica en los momentos de tribulación y suelen conducir o al desánimo generalizado o a la bronca iracunda del jefe optimista que intenta tirar del equipo mientras el pesimista le hace la guerra sucia sottovoce. Yo, cuando trabajaba en informativos, viví muchos de esos días de aluvión en los que había algún suceso tremendo o se producía una noticia muy importante a media hora de empezar la emisión. Nunca fui capaz de empezar pensando en los problemas que me iba a encontrar.

Planteaba qué queríamos hacer, cómo lo íbamos a hacer y, al final, calibraba las posibles dificultades que podían surgir. Y, a partir de ese momento, no pensaba en otra cosa, más que en hacerlo bien. Si, en esos minutos de desconcierto venía alguien a mostrar su angustia ante los problemas, lo mandaba a esparragar con cajas destempladas. Y no recuerdo ni una sola vez en la que no consiguiéramos que el programa saliera bien. Las pasábamos canutas y nos encontrábamos, efectivamente, con setecientos problemas, pero, a pesar de las marejadas, llevábamos siempre la nave a puerto.

NO HAY EMPRESARIO PESIMISTA

Cuando eres empresario pasa un poco lo mismo. Yo siempre he pensado que es imposible que un empresario sea un tío depresivo. Desde mi punto de vista, un empresario tiene que ser obligatoriamente optimista e incluso tener un punto de locura, porque hay muchas decisiones que, si las tienes que tomar con los apuntes del Master en MBA en la mano, no las tomas ni borracho.

Hay veces que lo inteligente puede ser coger el camino de la izquierda, pero el instinto, la parte soñadora del cerebro, te dice que debes ir por el camino de la derecha y tiras por ahí entusiasmando a tu equipo para que vengan contigo aunque todos hubieran tirado por el de la izquierda. Con esto no estoy diciendo que sea infalible. Me he pegado galletas históricas y he cometido errores, pero, si miro hacia atrás, he tenido más éxitos que fracasos cuando, en las encrucijadas, he seguido mi instinto pensando en positivo y viendo sólo triunfo al final del camino.

LA MALA MEMORIA DEL PESIMISTA

Y, por cierto, esos pesimistas que yo no quería en el barco, tienen mucha más tendencia a recordar los momentos en los que te pegas el galletón, que la infinidad de ocasiones en las que mi optimismo y yo teníamos razón. Porque esa es otra, los cabrones de los pesimistas tienen una memoria selectiva que les hace mirar en negativo no sólo hacia delante, sino también hacia atrás, que ustedes me dirán para qué sirve.

Yo también tengo memoria. Y claro que recuerdo lo malo. Y las ocasiones en las que me he equivocado. Y las caídas en las que me he hecho muchísimo daño. Pero, qué le vamos a hacer, prefiero recordar las veces en las que no he tropezado y pensar en que, a pesar de que ahora mismo en mi empresa estoy más cerca del cierre que de los beneficios, va a llegar un momento en el que de nuevo triunfaremos. Vaya o por lo menos, que si me toca palmar, voy a entrar en la tumba con una sonrisa y, a ser posible, pedaleando.

14 comentarios en “EL TONTO OPTIMISTA

  1. Como siempre totalmente de acuerdo… Y soy de la opinión de que al pesimista ( cenizo ) hay que aislarlo, por contagioso !!!!

  2. Los pesimistas envidian a los que siempre vemos el vaso medio lleno. No pueden evitarlo. Saben que el optimismo es el mejor de los combustibles de la naturaleza y también saben que es muy difícil de aprender o desarrollar cuando no se viene con él de fábrica. Estoy totalmente de acuerdo contigo en eso de que los empresarios necesitan un punto soñador e intuitivo como los creadores y los bohemios, pero con un plus de responsabilidad, porque de sus decisiones depende no solo su futuro sino también el e sus trabajadores y sus familias. Te recomiendo «La fuerza del optimismo» de Luis Rojas Marcos, un libro en el que sin duda te verás reflejado en muchas páginas y además te ayudará a utilizar más sabiamente esa gran fortaleza.

    • Gracias, Josesain. Imagino que ese desprecio del que yo hablo, puede provenir de esa envidia de la que hablas tú. Me leeré el libro de Rojas Marcos. Un abrazo.

  3. Gracias otra vez, Carlos. Yo también creo en la necesidad de ver el panorama con el mayor detalle posible y, luego, avanzar haciendo todo lo posible por hacerlo bien. Y que no te abrumen ni los obstáculos que has de vencer ni las equivocaciones que has tenido anteriormente.

    Un abrazo

    • Gracias a ti, Padrino. Lo malo es cuando, en pleno proceso, te abruman los comentarios negativos de los que ven que vas directo al hoyo. Pero los problemas y las equivocaciones, con asumirlos bien, basta. Un abrazo.

  4. Jo…que razon tienes Carlos, es que da gusto leerte… Yo, que de naturaleza soy optimista creo que además somos mas felices y disfrutamos mas de la vida. Lo malo es que no es una opción, se es..o no se es, pero a mi me encanta ser así:)

    • Gracias, Marga. Si a mí no me molesta que haya pesimistas. Lo que me fastidia es que intenten contagiar a los demás su pensamiento cenizo y que sean expansivos. Yo, si viven su pesimismo en silencio, como las almorranas, no tengo nada contra ellos. Un beso.

  5. Pues yo tiendo al pesimismo q te mueres. Y se pasa regular, lo q me salva es q por otra parte mi vitalidad tira de mí. Se es o no se es, pero también se puede hacer esfuerzos y educarse un poco. Ni se os ocurra a nadie marginarme de vuestros afectos por esta confesión pública. Un besote, Carlos

    • Gracias, Cuca. Tú estás muy lejos de ser una pesimista pesada y ceniza. Sé que tiendes más a la agobio que al optimismo, pero jamás te he visto chafándole la tarde a nadie. Besos.

    • Gracias, Iciar. Buen poema, aunque Jiménez Lozano no se caracteriza por ser un optimista nato, que digamos. Pero depende de lo que uno espere… Por si acaso, te contraataco con otros versos de Jiménez Lozano más positivos en la desesperanza.
      «Soledad de pájaro
      solo y solitario,
      soledad del cardo
      y soledad del páramo.
      Son tres soledades,
      ya estoy acompañado.»
      Un beso

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