MI REY

Ya siento que el comienzo de esta Cabra me quede así como un poco truchón, pero, qué quieren que les diga; me encantó el discurso de ayer de mi nuevo Rey, Felipe VI. Me gustó, en general, todo lo que rodeó a la proclamación; las formas, el boato justo, la falta de referencias religiosas, la cercanía y la simpatía y, sobre todo, lo que dijo el Rey y cómo lo dijo.
Me pareció esencial que hablara de limpieza y transparencia, de una nueva era, de la necesidad de que nos hablemos y nos escuchemos y de su certeza de que, en España, cabemos todos. Estuvo atento a todos los que en España han sufrido el drama del terrorismo o a los que hoy padecen las consecuencias de la crisis y mostró un cariño enternecedor hacia sus padres y hacia sus hijas. Y, sobre todo, estuvo monumental en su cierre; que me pareció todo un símbolo. Quiero trabajar para que los españoles estén orgullosos de su Rey.
Sin embargo, no a todo el mundo el discurso le dejó igual de satisfecho. A juzgar por sus caras de tener una almorrana efervescente en sus respectivos anos, al Honorable Mas y al Lehendakari Urkullu, la alocución de Felipe VI, no les llegó. Pero creo que es que, sobre todo Mas, iba ahí a hacer su papelito de “fíjate qué majo soy que vengo a tu coronación, pero tengo que ser un poco malote, para que no se me rebote el electorado al que he metido en un callejón independentista sin salida”. Porque si no, no se entiende que no captaran como algo esperanzador, lo que pronunció el Rey sobre el tiempo nuevo, el diálogo y la escucha. Dijo Mas al salir del Congreso, que no había aplaudido porque no escuchó nada nuevo y porque echó en falta una referencia a España como un Estado Plurinacional. No te jode. Y ¿qué pretendía?, ¿que gritara el Monarca: “Visca Catalunya Lliure”?
Pero es que, si nos ponemos así, a todos seguro que nos ha parecido que le ha faltado un ”pichí-pachá”. Yo, por ejemplo, habría preferido una referencia más expresa a quitarnos el temor de revisar la Constitución, si es necesario. Como imagino que Rouco habría querido una mención a Dios y una ceremonia religiosa, y los artistas una solicitud de reducción del IVA y los toreros una alusión a la defensa de la Tauromaquia y, ya puestos, Del Bosque y los suyos, un mensaje cariñoso para la Selección, en el día después de la debacle.
Pero ahí el Rey no estaba para contentar a todos, sino para dejar claras las líneas de cómo pretende desempeñar el papel que la Constitución le encomienda. Porque no es un Rey que gobierne, ni que legisle, pero desde luego no es una figura decorativa, sino un elemento de nueva moderación que puede venirnos bien en estos tiempos de tanta zozobra. Creo que no dejó sin tocar ni uno solo de los asuntos delicados y fue valiente y más claro que el agua. Hombre, es cierto; no pronunció los nombres de Urdangarín, ni Cristina. Ni habló de Corinna, ni de elefantes, ni de corrupción de políticos de uno u otro signo. Pero es que el que estaba ahí en la tarima del Congreso no era un cronista de sociedad, ni de política, ni de sucesos. Era el Rey de España que, sin decir ni un solo nombre, ayer repartió la estopa necesaria y anunció un nuevo tiempo pleno de transparencia y ejemplaridad.
Yo le deseo suerte, Majestad, porque sé que, aunque en estos días sus enemigos le hayan dado una tregua, tiene por delante unos meses de tragar quina y aceptar que le den hasta en el carné de identidad ese de número tan bajo que tiene. Pero eso va con el cargo. Y con el país. Lo hemos comprobado en estos días de negrura para la Roja, que mira que me gusta poco llamar así a la selección. Los que hace dos semanas insistían en la canonización de del Bosque y los suyos, hoy se han puesto del lado de los que llevaban años deseando que el equipo nacional les diera la razón y fracasara. Y a los jugadores y al seleccionador les está cayendo la del pulpo tras las dolorosas derrotas en Brasil. Anteanoche, a los dos minutos de acabar el partido, ya había chistes en los que la gente se pitorreaba de la derrota, de del Bosque, de los fallos de Casillas y de Ramos… Porque, tendremos muchas cosas malas, pero somos unos cachondos.
De otro modo no se puede entender el cartel que me encontré el martes pasado cuando pensaba en las musarañas en un tren de cercanías. En esos momentos de empanamiento y mirada perdida, mis ojos se cruzaron con un cartel maravilloso que adjunto en fotografía. Pensé que había leído mal, pero no. Atención a la frase que acompaña a esos cajetines en los que se esconden los martillos con los que se puede romper la ventana de socorro: Pone arriba “MARTILLO ROMPECRISTALES” y abajo del todo la cosa más graciosa que he leído en mucho tiempo: “ROMPER EL CRISTAL PARA ACCEDER AL MARTILLO”. No sé si el autor es un genio, un cachondo o un tontolculo de dimensiones cósmicas. O, quizás, como pasa con estas cosas, un poco todo eso a la vez.
MARTILLO CRISTAL