LAS MAGAS

Hace falta ser mentecato. Ya me sabe mal arrancar la primera Cabra del 16, el primer artículo tras las Navidades, de manera algo brusca. Pero es que me parece que hay demasiada gente que tiene una empanada mental prodigiosa. Y esto no tendría demasiada importancia, si no fuera porque, en algunos casos, juegan con las ilusiones de millones de niños y, en otros, dan una sensación de ridículo absoluto que yo opino que no debe dar un dirigente político.
Hablo, como podrán imaginar, de aquellas 3 Magas que se sacó de la manga republicana una asociación cultural de Valencia y que el Alcalde de la ciudad, Joan Ribó, recibió en el Ayuntamiento. Estas 3 señoras recordaban un engendro que se inventaron durante la República para hacer una celebración laica de la Navidad. Yo no voy a entrar en si las señoras parecían o no meretrices de un Far West, como he leído en algún sitio, y además creo que es estupendo que se hagan celebraciones en las que se quiera homenajear a la Libertad, a la Igualdad y a la Fraternidad, que era el nombre al que respondían las magas. Lo que me parece penoso es que los políticos ateos o agnósticos tengan esa necesidad de vestir de otra manera lo que es una celebración de origen indudablemente religioso. Y para hacerlo entran en el ridículo de festejar la navidad laica o, como mis paisanos de El Rincón de la Victoria, en invitar a los no creyentes a hacer Primeras Comuniones y Bautizos por lo Civil. No entiendo esa manía de los dirigentes políticos descreídos, por lo general de izquierda, de hacernos compartir a todos su descreimiento. ¿Tiene sentido hacer una Cabalgata en Madrid en la que pones a tres Reyes Magos que parece que habían comprado los disfraces unas horas antes en un chino? Yo creo que no. Manuela Carmena está haciendo algunas cosas bien en Madrid. Otras considero que son muy mejorables, pero está moviendo algunas ramas y creo que, por ejemplo, lo de invitar a cenar a los indigentes en Cibeles en Nochebuena es de las cosas más cristianas que se han hecho en el ayuntamiento de Madrid en décadas. Muchos la han criticado por demagoga, pero, coño, ¡viva la demagogia! si consigue que esas personas, por unas horas, se sientan mimadas y atendidas. Pero una cosa es eso y, otra, imponer su manera de ver la Navidad a millones de niños que tienen una ilusión basada en la tradición que se han ido contando nuestros padres y abuelos desde tiempo inmemorial. Aquí no se trata de innovar, Carmena. Me puede parecer bien que se cuide de los animales, aunque creo que es un brindis al sol, pero no me joda convirtiendo la Cabalgata de Reyes en una especie de fiesta de disfraces improvisada en una tarde. ¿Aceptarían en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Alemania, que Papa Noel o Santa Claus aparecieran en la TV luciendo un traje verde en vez de uno rojo? ¿Y si pusieran a una Mamá Noela? O, para congraciarnos con los inmigrantes, ¿un Papá Noel de rasgos árabes con barba negra y un turbante o una kufiya? Yo creo que no. Me parece que Carmena y, en general, muchos gobernantes de izquierda confunden las cosas y en sus onanismos mentales creen que unas magas ayudan a la integración de la mujer, que unos Reyes de plástico son más modernos y que un bautizo por lo civil es un derecho ciudadano. Y la modernidad, la igualdad y los derechos ciudadanos se pueden y se deben trabajar con políticas, con presupuestos y con acciones que sirvan para algo, no con mamonadas. Pero estamos en una época en la que parece que si uno repite mucho algo, consigue que sea como uno quiere. Es como lo de los pactos post electorales. Yo dije en la última Cabra que creo que lo que han pedido los electores es que se pongan de acuerdo nuestros políticos. Y que el único pacto que yo creo que daría estabilidad al país y permitiría hacer reformas profundas es que se sentaran a negociar sobre los grandes asuntos los dos partidos más votados. Pueden darnos pereza, pueden haberse corrompido en el gobierno de la nación, comunidades y ayuntamientos en los últimos 25 años, pero son, sin duda, los que representan a un mayor número de votantes. Y creo que deberían ser ellos los que llegaran a un acuerdo que nos diera un mejor país dentro de 3 ó 4 años. Y creo que los votantes de ambos partidos lo agradecerían. Porque me temo que Pedro Sánchez no está viendo la soga que se está poniendo alrededor del cuello con ese acuerdo con Podemos. Porque insisten mucho en no negociar con ellos con el tema del referéndum de Cataluña, pero hay otras muchas cosas tremendamente inquietantes en el programa de Podemos sobre las que nadie en el PSOE traza líneas rojas. Aunque ahora que lo pienso, estoy convencido de que los programas electorales de los partidos no se los leen ni los militantes propios, con que te diré los afiliados del partido de enfrente. Hay que reconocerlo. Nos cuesta leernos los programas y hacemos con ellos una lectura de telediario. Pero claro, dan una pereza de cojones. Nos ocurre como con las condiciones legales que firmamos alegremente, sin mirar, cada vez que nos registramos en una web, compramos algo online o damos de alta alguna aplicación en nuestro móvil. Sin que te enteres, pueden obligarte en esas condiciones a ser sodomizado por cualquier directivo de Apple que te lo requiera o, quién sabe si en la última, que firmé ayer al estrenar el televisor que me han traído los Reyes, acepté que me convirtieran en esclavo sexual de una accionista mayoritaria de LG.