BUEN VIAJE

Buen viaje, Cristi. Anoche despedimos a la hija de unos buenos amigos. Quizás recuerde alguno una Cabra en la que hablé de la Fundación Contra la Hipertensión Pulmonar. Contaba que yo comencé a colaborar con ellos a través de unos amigos míos cuya hija, de la misma edad que mi hija Macarena, padecía este mal que, a día de hoy, es incurable. El trabajo de la FCHP y la dedicación de muchos médicos y científicos están haciendo que los enfermos tengan una vida mejor y más larga, pero, ahora mismo, todavía cada año mueren muchas personas después de un padecimiento tremendo para ellos y para sus familias.

Este fue el caso de Cristi, que tuvo la suerte de caer en la familia que habían formado sus padres, Puchi y Santiago, y sus hermanos, Santi y Juanpa. Estos 4 héroes han estado acompañando a Cristi desde que nació, muy prematura, hasta que anteanoche su corazón se detuvo. Cristi necesitaba cuidados constantes y tanto sus padres como sus hermanos se los dieron siempre con una sonrisa y convencidos de que con la ayuda de Dios, con el trabajo de los médicos y con los avances de la ciencia iban a conseguir que Cristi se curara. Pero hace unos meses esta niña, ya casi una mujer, que también ha sido una heroína, entró en un estado físico tan débil que ha sido imposible salvarla.

Y ayer en el Tanatorio estábamos muchas personas intentando dar apoyo a una familia que, con toda la emoción y el dolor del momento, están convencidos de que Cristi ha pasado a una vida mejor y que, hoy, ellos tienen en el Cielo a un ángel que les cuida. Y estoy seguro de que ayer, en esa isla de dolor y silencio que es un Tanatorio, hubo muchos que dijimos frases hechas y caímos en lugares comunes y se nos escaparía algún tópico. Yo ayer pensaba en que me estuviera pasando a mí lo que han padecido ellos y, literalmente, me partía por la mitad. Llego a sentir un dolor físico si pienso, de verdad, en que muera un hijo mío. Y ese dolor inconcebible ante la pérdida de un hijo es el que nos hace intentar aceptar las muertes como cada uno pueda. Y el que nos lleva, cuando nos acercamos a la familia, a buscar palabras que nos aproximen a ellos y que les den consuelo.

Probablemente muchos sepan por qué he titulado la Cabra con ese “Buen viaje”. Hace unos días, después de luchar como una jabata contra el cáncer, murió en Madrid la artista Bimba Bosé. Su tío Miguel publicó un mensaje muy sentido en Twitter diciendo: Buen viaje Bimba, mi cómplice, mi compañera, mi amor, mi hija querida. Guíame.” A mí me pareció una manera preciosa de despedir a una sobrina a la que Bosé quería como a una hija. Pero hubo un periodista, al que yo admiro mucho, Antonio Burgos, al que no le pareció tan bien. Y, con una falta de sensibilidad que no le pega, publicó otro mensaje en Twitter diciendo: “Buen viaje ¿ dónde ? Vaya con el laicismo de la moda del «donde quiera que esté»…” Me sorprende que alguien pueda mostrar tal ausencia de compasión, tal crudeza ante el padecimiento de otros, tanta escasez de finura, sobre todo cuando Burgos es un buen poeta y sabe que, en ocasiones, las palabras nos ayudan a explicar cosas inexplicables. Las imágenes literarias nos permiten expresar sentimientos que, sin esas metáforas, hipérboles o perífrasis no seríamos capaces de compartir con los demás. Pero yo creo que Burgos actúa cegado por algo que nos sucede a todos de vez en cuando; que no entendemos al que opina o siente diferente a nosotros. Del mismo modo que mucha gente de la izquierda siente con frecuencia que su altura moral es superior a la de los que no son como ellos, nos pasa a veces a los católicos que consideramos que los que no sienten como nosotros están equivocados. Y tendemos a tener con ellos una postura como paternalista y, si estamos con ánimo, nos empeñamos en sacarles de su error. Aunque, hay que reconocerlo, el Antiguo y el Nuevo Testamento son libros llenos de imágenes literarias que ayudaban a los que los redactaron a explicar cosas inexplicables. Es más; hay imágenes mucho más chocantes que el sincero y sobrecogido “Buen viaje, Bimba” de Miguel Bosé. Pero nuestra fe, y todo lo que la rodea es lo que nosotros creemos, y lo que se ha creído toda la vida de Dios, y a algunos, como Antonio Burgos, les parece mal que nos arrebaten las parábolas y las metáforas esos laicos que están tan equivocados. Los pobres.

Esas imágenes son las que hicieron, por ejemplo, que yo, que era un niño con cierta tendencia a la dispersión, evocara cosas muy diversas cuando estaba en misa. Creo que ya conté en una ocasión que yo, en las preces, entendía “Robemos al señor” y me imaginaba a toda la cristiandad afanando en el Cielo y avisando a Dios: “Te robamos, óyenos”. En las lecturas, los salmos y las parábolas me llevaban a imaginar cosas que, probablemente, en el siglo XVII, me habrían conducido a la hoguera. Incluso los fallos gramaticales me daban juego. No sé si recuerdan que el “Padrenuestro” de hace unos años incluía un leísmo lamentable y se decía “El pan nuestro de cada día, dánosle hoy”. Yo, niño malagueño en territorio no leísta, entendía “El pan nuestro de cada día, danos de hoy” y me preguntaba cómo era posible que, en algún momento, esos curas que a mí me parecían tan respetables fueran capaces de darle a su feligresía los restos del pan de ayer.

Yo, algo más crecido que aquel niño del pan pasado, hoy quiero creer que existe Dios y que Bimba y Cristi están, de verdad, en un lugar mejor y en Paz. A su memoria y a sus familias me gustaría dedicar hoy esta Cabra.

BÉSAME, TONTA

Vaya. Ahora que lo veo escrito con negrita y al tamaño 20, me da que alguno y, sobre todo, alguna puede malinterpretarme.

No estoy pidiendo a ninguna moza de limitado intelecto que me bese. Parafraseando al gran Gurruchaga, voy a meterme en un jardín del que puedo salir trasquilado porque con esto del feminismo, como con tantas otras cosas, uno siempre se queda corto o se pasa de frenada. Con las feministas sucede como con los que nos informan del cambio climático. En ocasiones son tan histéricos, tan extemporáneos y tan desaforados que pierden credibilidad. Y claro, eso da alimento a los radicales del sentido contrario que descalifican cualquier mensaje que llegue desde el feminismo o el ecologismo aunque esté cargado de razón. Ha pasado con la decisión de una vuelta ciclista de Australia de eliminar a las azafatas que dan el patético besito a los ganadores de etapa en las competiciones ciclistas.

Aquí les copio un tweet que publiqué hace unos meses. Mi hija Macarena, que entonces tenía 14 años, estaba conmigo viendo una noticia sobre el Giro de Italia en el Telediario. Cuando llegó el momento de la entrega de premios y el ósculo de las azafatas al ganador, dijo: “Cómo me cabrea esto; ¿Por qué no ponen a 2 tíos a darle el besito?”. Yo publiqué aquel tweet y provoqué una interesante polémica entre mis amigos y seguidores.

La decisión de quitar a las azafatas mollares y hacer una entrega normal y corriente sin besitos ni poses ridículas, lógicamente, ha abierto un debate y los organizadores de varias vueltas han anunciado que ellos no piensan seguir la corriente australiana. Decía anteayer el Director de Unipublic, la empresa que organiza la Vuelta, que en España jamás se da a las azafatas un trato denigrante y que se respeta su dignidad. Hombre, sí; nadie les toca el culo, ni se las pone con transparencias agarradas a una barra de Night Club con cara de guarrillas. Pero a mí me parece denigrante que dos chicas besen, a la vez, a un tío sudado por el hecho de que haya ganado una etapa. Es una imagen que tenemos metida ahí con cemento. Pero pensemos un momento en cualquiera de nuestros trabajos. ¿Podrían imaginar a un directivo que acaba una presentación exitosa y, al finalizar, las dos tías más atractivas de la oficina, vestidas apretás y con poca ropa, le dieran dos besos entre gestos coquetos y mostrando un inusitado interés por yacer junto al susodicho? ¿O a mí mismo si, presentando un programa, al terminar, se me acercaran Susanna Griso y Ana Blanco embutidas en shorts y camisetas ajustadas y me plantaran  un beso en cada mejilla con cara de querer más guerra que Benny Hill en un vestuario femenino? Ridículo ¿verdad? Pues es lo que pasa cada día en cada etapa de cada vuelta ciclista, o en cada combate de boxeo, con la merdellonada* de las chorbas esas mostrando el numero del asalto que va a comenzar. O con las mozas de las carreras de coches y motos…

No estoy diciendo con esto que no se contrate a jóvenes bien parecidos para tener una buena presencia ante quienes acuden a un congreso o participan en una competición deportiva. O que se contrate a camareros y camareras por su físico. Lo que me parece patético es que esos papeles obliguen a la mujer a adoptar un rol de sumisa geisha a disposición del superhombre que acaba de ganar una etapa. Hecho este que le provoca a la moza tal baile hormonal, y tan rendida admiración, que la azafata no puede reprimir darle un beso.

Muchos hoy tienen la coartada de que también lo hacen con azafatos hombres cuando hay competiciones femeninas. Pero eso es una gilipollez. Los tíos no hemos sido tratados como carne o como una mercancía que debe tener buena pinta durante siglos y no tenemos ninguna necesidad de que nadie nos demuestre que no somos una “cosa”. Las mujeres llevan décadas luchando por quitarse de encima clichés que hacen mucho daño y que han convertido a la mujer en objeto. Y no sólo eso; aún las niñas de hoy sienten que deben buscar un ideal de belleza que hace sufrir, cada día, a millones de mujeres que se ven, constantemente, gordas o no lo suficientemente guapas. Y podemos pensar que esto es una tontada sin importancia o hacer algo y, de verdad, decir en voz alta que lo que es ridículo, lo que nos acerca a la categoría de gilipollas, es que sigamos utilizando al sexo femenino de esta manera.

Las mujeres hoy deberían levantarse contra esto, contra las dietas chorras y contra la moda de la talla 38, aunque, sorprendentemente, he leído en estos días a algunas señoras defendiendo la presencia de las azafatas al final de las etapas ciclistas. Quizás con respecto a la comida, muchas deberían aprender de mi tía Amelia. Era una hermana de mi abuela que enviudó muy joven y nunca volvió a casarse. Era una mujer muy peculiar y adorable para los niños porque siempre llevaba el monedero lleno de pesetas para repartir entre sus sobrinos nietos. Poco antes de que perdiera la cabeza, empezó a tener algunos problemas con la tensión y el médico le puso un régimen sin sales, grasas, fritos, ni harinas. Hoy estas cosas están muy sabidas, pero en el año 76 era una novedad y mi tía Amelia no tenía muy claro el concepto. En una celebración familiar comenzó a hincharse de picar choricito por aquí, jamón por allá, sus picos, un poquito de tortilla. Hasta que alguien se dio cuenta y le gritó todo indignado: «Pero tía Amelia, si estás a régimen». Y ella, con esa seguridad que dan los años y la experiencia, contestó rotunda y con su grasia andalusa: «Pero si yo mi réhimen ya me lo he comío!!» Como dando por hecho que su régimen consistía en comer obligatoriamente la dieta señalada y, a partir de ahí, ya ponerse púa* si fuera necesario.

*Merdellonada: Acto realizado por un merdellón que, en Málaga, es una persona ordinaria y muy hortera.

*Ponerse púo o púa: En Málaga, comer hasta hartarse, ponerse como el Quico.

157

No. No es el número de veces que he pensado en las últimas 24 horas en la pobre niña Nadia Nerea a la que dediqué la última Cabra de 2016. 157 tampoco es la cantidad de ocasiones en las que ayer se me erizaron los pelillos de la nuca al escuchar la rueda de prensa del presidente electo de los EEUU, Donald Trump. Ni son las pulsaciones por minuto a las que se me puso el corazón al oír, otra vez más, a un político catalán haciendo ostentación en público de que va a pasarse la ley, y a los jueces, por el arco escrotal en nombre de no sé qué gloriosa cruzada democrática por la Independencia.
Porque esto es así. Ayer la Fiscalía del Supremo anunció que pide 9 años de inhabilitación para el ex-consejero de presidencia de la Generalitat, Francesc Homs, por prevaricación y desobediencia en los días de aquella consulta soberanista del 9-N. Y, lejos de mostrar arrepentimiento, el político sale a los medios a decir que no sólo se la sudó en su día lo que dijeran los jueces. Es que se la sigue sudando hoy. Y se la sudará mañana. Porque él tiene razón. Es lo malo cuando en la política entran la testosterona, el totalitarismo nacionalista y el delirio de la gloria heroica de los mártires por la causa. Sueltas un par de perlas de “defensa de la democracia”, introduces dos o tres elementos de paranoia nacional (“Espanya ens roba” o “no nos dejan votar”), pones cara de Juana de Arco entrando en la hoguera y haces que un tío como Homs deje de ser un irresponsable que se salta la Ley, y pase a ser un épico líder del pueblo oprimido. Vaya; un Braveheart del Penedés con la cara pintada, no de azul, sino con las bandas de la senyera.
Esto podría tener gracia si no fuera porque ellos van en serio y porque los que hacen esto acaban siempre en el totalitarismo. Quien se pasa la ley por la entrepierna da un mensaje siniestro a sus ciudadanos, que pueden acabar pensando: “¿Si ellos lo hacen por qué no lo voy a hacer yo?”
Lo malo es que en el éxtasis nacionalista, aquellos que ganaron las elecciones de manera exigua y tuvieron que hacer un pacto contra natura entre comunistas y capitalistas, dan la sensación de que TODO el pueblo catalán está con ellos y que se saltan la Ley siguiendo el mandato inmaculado de la unánime voluntad popular. Y viendo estas cosas, por ejemplo y salvando las distancias, me acuerdo de los nazis que, como los independentistas catalanes hasta ahora, nunca tuvieron mayoría absoluta en unas elecciones limpias. Una vez en el poder pervirtieron la ley abusando de la democracia e impusieron a los demás su ideario y su delirio. Porque, hombre, es cierto que, de momento, los independentistas no han planificado que se gasee a los que no opinan como ellos, pero en Cataluña hay unos partidos que están intentando pervertir la ley desde un parlamento democrático y allí ya hay hoy algo parecido a un arrinconamiento del que no piensa comme-il-faut. Yo he estado recientemente en Cataluña tres veces. ¿Saben cuántas banderas españolas he visto en los balcones de la gente? Ninguna. Ahora, esteladas y senyeras había miles. Pareciera, al ver eso, que el dato de que más de la mitad de los catalanes no quieren la independencia fuera falso. Porque, si uno ve los balcones, tiene la impresión de que el 80-90 por cien de los catalanes quieren la independencia. Y no ves a nadie manifestar públicamente su amor a España. Y eso es un síntoma de enfermedad. ¿Alguien cree de verdad que el que se siente español es hoy un hombre libre en Cataluña? Yo creo que no. Y cada vez que uno que se siente español en Cataluña ve a un político independentista pasarse la ley por la entrepierna, debe sentir que su derrota definitiva está más cerca y que sufrirá el desprecio entre sus vecinos. ¿Quién tiene pelotas hoy de colgar una bandera de España en un balcón de cualquier ciudad o pueblo catalán?
Mientras, podemos seguir todos mirando para otro lado como si allí no pasara nada. Pero pasa y creo que parte de la culpa la tienen esos millones de catalanes que quieren seguir en España. Pero claro, no se le puede pedir a nadie la inmolación social. Porque los del pensamiento único generan miedo y, el que no va con la corriente aparentemente mayoritaria, sabe que, si se manifiesta en público, está jodido.
Pero vaya. Que me he liado y me he desviado del inicio de esta Cabra. 157 es el número de palabras consecutivas, sin un solo punto, que he encontrado en un escrito que le ha dirigido Hacienda a un amigo mío. Lo copio aquí abajo. Es el delirante texto en el que le contestan a una reclamación. Si alguno de ustedes es capaz de entender lo que pone, le ruego que me lo diga para explicárselo a mi pobre amigo porque está que no le llega la camisa al cuerpo pensando en que pueda entender mal y equivocarse y que le caiga una multa o un recargo por cometer un error. Yo, mientras tanto, le voy a escribir a Montoro para ofrecerme como profesor de redacción para sus funcionarios. Al margen de lo ininteligible, hay en el texto, al menos, dos fallos de concordancia de número y de género. Esos errores gramaticales y ese estilo farragoso ¿Son casuales? Porque uno puede ponerse ingenuo y pensar que sí. O ponerse suspicaz y empezar a sospechar que lo hacen aposta para que nadie entienda un pimiento.