UN HUEVO PILLADO

Talmente. Llevaba desde anteanoche, cuando terminó el segundo debate, dándole vueltas. Pensaba en escribir esta Cabra y quería definir el careto que tuvo durante la mayor parte de los minutos en los que aparecía en imagen Pedro Sánchez, el Fructuoso, y no me salía. Hasta que vi una foto de hace unos meses. Y di con ello. Salvo en los planos en los que él era consciente de que le estaban grabando y ponía cara de “Pero-qué-bueno-estoy-rediós”, cada vez que la cámara enfocaba a PS, el Grandioso, daba la sensación de que se había pillado un huevo o con la portañica (es difícil, pero en ocasiones sucede) o con la tirilla del calzoncillo.

Ignoro qué tipo de ropa interior gasta el Presidente, pero, cuando yo era chico, mi madre nos compraba unos calzoncillos que apretaban tremendamente en las ingles y, con cierta frecuencia, se te quedaba pillado un huevillo en el elástico. Si el pillamiento te cogía en Misa o en una clase del colegio, tenías que aguantar estoicamente poniendo un gesto muy similar al de Pedro, el Inconmensurable, durante los debates mientras oía a Casado hablándole de Otegui, a Rivera diciéndole que no se pusiera nervioso o al reverendo Iglesias pidiendo Paz recitando versos de esa Constitución del 78 que, hasta hace poco, quería dinamitar.

No sé qué conclusiones han sacado ustedes de los Debates. Todos los analistas que conozco han dicho ya todo, se han puesto notas a los intervinientes y el pescado, no es que esté vendido, es que huele cosa mala. Pero, coño, yo publico los jueves y es el día en el que me toca decir lo que pienso. A mí no me ha cambiado la intención de voto, la verdad. También es cierto que, excepto uno, todos los demás líderes me dan una pereza galáctica y ya sabía que, salvo que alguno hiciera un triple mortal con tirabuzón, me iban a variar poco el pensamiento. Pero me llevé sorpresas.

En el primero, Casado estuvo flojo, flojo. En el segundo mejoró notablemente, pero tiene en lo alto de la cabeza una losa demasiado pesada y demasiado cercana en el tiempo como para quitarse de encima, por ejemplo, la corrupción, cuando día tras día siguen saliendo procesos judiciales en los que se sientan en el banquillo ex dirigentes del PP. Vale. Que ya no mandan. Que son los nuevos. Pero han sido demasiados años sin pedir disculpas sinceras, sin dar la sensación, de verdad, de que había un acto de contrición y demasiado tiempo con un presidente del gobierno que puede que lo hiciera muy bien, pero quedó inhabilitado desde el mismo día en el que tecleó desde su teléfono: “Sé fuerte, Luis”.

Entiendo que a los del PP les joda. Pero esto es así. Porque oyes al Padre Iglesias y, aunque a mí no se me olviden sus discursos leninistas amables de hace dos días, tiene más razón que un Santo. Y el cabrón lo cuenta bien. Y yo creo que, salvo su sobreactuación como Mahatma de Galapagar y la pesada lectura de artículos de su odiada Constitución del 78, dice verdades muy ciertas. Hay tantas cosas de las que avergonzarse; los fondos buitres, los perdones a la Banca, el hecho, cierto, de que los paganinis de la crisis han sido, sobre todo, los trabajadores… Y la corrupción. Y lo de las cloacas. Que está pesado el muchacho, pero es así.

Lo gracioso es ver a Pedro, el Formidable, acusando con el dedito al PP, como si el PSOE, en sus años de gobierno JA-MÁS hubiese utilizado policías más que para vigilar el Bernabéu, en días de partido. Con eso y con la corrupción. Que también hay que tener los huevos muy colgantes para ponerse de perfil hablando de políticos corruptos cuando eres el Secretario general del PSOE. Quizás, por eso, uno de los testículos colgantes se le enhebró en una tirilla del calzón y, de ahí, ese rostro amargo. Que, por cierto, hablando de rostro, no sé quién le ha hecho la foto electoral a PS, el Colosal, pero, carajo, parece el primo Australopiteco de nuestro hermoso presidente del gobierno.

Y Albert Rivera. Que llevaba más gadgets que el gran Juan Tamariz. Es que hubo momentos en los que estaba esperando el mítico “Rantatacháááán” del mago. Estuvo bien en líneas generales, aunque, en la primera media hora del segundo debate hubo un momento en el que, si hubiera sido un videojuego, le habría disparado porque se puso muy pesado interrumpiendo. Dando la sensación de que estaba nervioso y luego pidiendo calma a Pedro, el Babilónico, quizás sin saber que el Presidente, no es que estuviera tenso, es que, sencillamente, tenía un huevo al borde del reventamiento.

Que ya que he empezado hablando de una foto, tendré que enseñarla. Quizás no se perciba toda la grandeza en el plano general y, por eso, acompaño también, un plano de detalle. Es el matador de toros Diego Urdiales, probablemente, en uno de los días más felices de su vida. Salió por la Puerta Grande de las Ventas en la pasada Feria de Otoño y yo, que acudí a verle salir, me sorprendí al detectar un rostro amargo y crispado en el torero. Realmente la foto la hice para captar cientos de móviles grabando a la vez a un torero, pero luego la busqué por si se apreciaba el careto amargo. Y se veía.

Al día siguiente llamé a mi amigo David Plaza para preguntarle, porque es buen amigo de Urdiales. Y salí de dudas. Uno de los “profesionales” que le izaron a hombros, en uno de esos forcejeos tan habituales, le pilló un testículo al pobre de Diego cuando estaban a punto de salir por esa Puerta Gloriosa. Y le desbarataron la épica y la lírica. Y no sé qué memoria guardará Urdiales, pero por el careto, no sé si recuerda más los gritos de “Torero, Torero” y la emoción, o el alivio al llegar a la fregoneta y poder, por fin, colocarse adecuadamente el escroto.